A vuelapluma - ¡Porquenó!

A mí no me gustan los porquenós, ni los porquesí ni los los porquenomedalagana.

Por eso, cada vez que pido permiso para ir a algún lado y me responden con eso, me da muchísima rabia.

Se supone que las normas están claras. Si saco buenas notas, tengo permiso, si no, no. Esa es la norma, pero luego, al momento de pedir permiso para bajar, por ejemplo a una patinata, yo, a mis 13 años, tengo que enfrentarme al arbitrario porquenó.

Mi hermana ni pide permiso, se escapa, inventa algo. Pero yo soy así, si creo que tengo la razón, voy y me enfrento con la justicia, que en este caso son mis papás y que en realidad no son muy justos.

Mi mamá ya me ha dicho que no, pero como para sacarse la última palabra de encima, me dice que le pregunte a mi papá.

Mi papá está en su cuarto echado en la cama viendo tele. Yo desde el umbral de la puerta le echo todo el cuento. Ni siquiera se levanta ni voltea la cara hacia mí. ¿Qué te dijo tu mamá? –pregunta. Yo en lugar de decirle que dijo que no, le digo solo parte de lo que me dijo –que te preguntara a ti. Ah, bueno, entonces, no –responde aún sin mirarme.

Yo, rebelde según ellos, me planto allí en la puerta, las piernas temblando, dispuesta a salir corriendo al primer movimiento de mi padre y pregunto ¿Por qué no? –pregunto-, yo saqué buenas notas. Es ahí mismo abajo, todo el mundo va a ir, Maya y Danielito van. Mi papá –ahora sí- voltea y me responde con todo el poder que le da su majestad paternal, con un simple, único e inflexible –porquenó.

Me quedo en la casa llena de rabia y pienso y pienso, si algún día tengo un hijo, nunca le voy a decir porquenó.