Tren N - Regreso

Voy a la ciudad por primera vez desde que llegue hace unos pocos días.

Las cosas han cambiado y no han cambiado en estos dos meses. Todo es distinto y sin embargo tan familiar. El mosquero de la esquina de la 23 es ahora un barcito griego que puede hasta pintar bien para un vinito de regreso a casa. El edificio que están construyendo en la esquina del metro está casi listo y el agua que sale del hidrante que tienen abierto los obreros se congela y hace el piso resbaloso.

Los viajantes del tren N de las 3 de la tarde son diferentes a los del horario matutino. Algunos van a sus trabajos nocturnos, un mesonero lleva guindada su camisa blanca en una percha que cuelga de la barra del vagón. El japonés, con sus zapatos blancos puntiagudos y sus lentes de sol gigantes ve alejarse Queens por la ventana. La gente sigue leyendo sus ediciones de bolsillo, oyendo musiquita en sus ipods, la vida sigue siempre, no importa lo que pase.

En mi ipod, por ejemplo, el azar ha querido que Caetano Veloso cantara Manhatã, una canción que casi nunca escucho y que ni siquiera es mi favorita, pero que en una tarde fría como la de hoy me ayuda a reconocer la ruta del metro que recorro, ya sin pensar.

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