Arrancó de un tirón el cable del teléfono. ¡Por fin! Hace siglos que tenía ganas de hacerlo —dijo. No quería hablar con nadie, no quería si quiera oír su estúpida grabación… hasta cuándo tratar de ser simpático… “hola, has llamado al blablablablablabla” No más. Mucho menos quería oír lo que nadie tuviera que decirle. Había declarado “DESDE HOY ENTRARÉ EN EL MÁS ABSOLUTO SILENCIO” Mudo, alejado, incomunicado, no más de lo políticamente correcto… ni de lo incorrecto. Simple, puro, limpio silencio.
Lees el primer párrafo y dices, —pero éste está loco, ¿qué pudo haberle hecho tomar esa decisión? No hablar más… absurdo, callarse la boca y ¿por qué?
Hablar entonces se había convertido en un pecado, podían llegar a perseguirte, a buscarte, a amenazarte, a matarte por el solo hecho de haber hablado.
¿Hablado de qué? Hablado, simplemente abrir la bocota y emitir sonidos, pero esa era solamente una de las formas de volverte loco.
Tomás, pasaste la frontera, desconectar el cable era una clara señal de inadaptación, irrevocable. Lo sabes, lo sabes. No hay vuelta atrás, es como lanzarse al vacío y descubrir, décimas de segundo antes de estrellarte, antes de caer en la inconciencia, que en realidad no quieres morir… demasiado tarde. Allá vas directo al pavimento. ¡Puaf!
¡Ja!, pero qué exagerado, tan solo arrancó el cable del teléfono, Además no me vas a decir que el tal Tomás no tiene celular. No me como el cuento.
—Estoy bien —Respiró profundo varias veces— por fin solo. Nadie me molestará, me quedaré aquí, sí, aquí, por fin tranquilo. No hablar, no pensar… pero estoy pensando… Bueno, poco a poco. Será progresivo supongo, es la primera vez que paso por esto. Lo primero es no abrir la boca, la voz de adentro se irá callando con los días, cuando vea que no le hago caso, cuando se entere de que todo lo que dice no tiene sentido, eso es, eso es… por fin
Tú seguirás pensando que el tipo está chiflado. No te precipites, no juzgues, ya veremos.
¡Dirás! ¡dirás!
¡Acusarás!
¡Gritarás!
¡Mentirás!
¡Seducirás!
¡Engatusarás!
¡Conquistarás!
¡Engañarás!
Y todo será falso, salido de tu lengua partida en pedazos.
La gente que no aguantaba la situación se iba, salía corriendo, buscaba la manera de escapar a esa realidad cotidiana. El bombardeo de sus palabras, manchándolo todo. Según decían lo peor había pasado. ¿Pero que era lo peor? Un personaje equivocado, pobre. Un sueño pintado por un artista abstracto y que cada quien entendía como le daba la gana. No existió jamás un sueño colectivo, apenas una cosa borrosa que alguien que caía intentó ver. ¡Canalla! Cuánto mal quedaba todavía. Apenas recogíamos los frutos de la siembra vil, el odio.
Tomás no lo esperaba, realmente había olvidado que tenía el celular y cuando sonó no supo como manejar la situación. Imaginemos de nuevo que vas cayendo, y que te arrepientes, pero no hay nada que hacer. Entonces, y así estilo Matrix la toma se fragmenta deteniéndose y por obra y gracia del Espíritu Santo caes en un techo blando. Maltrecho, al borde de un colapso nervioso, pero vivo. ¿Qué pensarías entonces?
¿No te habían dicho nunca que te pasas a veces? Las cosas son como son. No hay matices. No hay nada detrás de las palabras. A cada cual lo suyo, después dicen que las mujeres somos menos prácticas, pero hay que ver lo que una tiene que oír en estos tiempos.
La situación era tal que la gente empezó a inventarse sus propios lenguajes; eso, los que todavía tenían esperanzas; los que no, huían; los que no callaban, los que no decidían desconectarse y seguir. ¿Entiendes lo que significa quedarse solo? La palabra ha sido siempre la conexión con el mundo. ¿Quién decía que las cosas empiezan a existir en el momento en que las nombras?
Vendrás ofreciéndome tu perdón, la cara lavada, las manos atadas, las palmas mirándose una a la otra. Ya no hay más llanto dentro de tu alma, lo has expulsado todo. Eres apenas un pellejo. Un pedazo de trapo pidiendo perdón y yo, para sentirme mejor, te escupí en el rostro, dos veces.
Cada vez más inconexo, cada vez más insensato, matemática racional es lo único que queda, al final un poco de luz. Camino errante, sucio, cansado. El sol, el sol. Déjame beberte rayito de luz. Agua maravilla de la naturaleza, hazlo otra vez, quiero sentirte en mi piel, que no se quiebra nunca si la mojas, que se arruga si exageras. Dame, será suficiente. No, no me hagas daño, entiendo tu fuerza.
Lo habrías logrado, si te hubieses acordado de apagar el telefonito, es que ahora los hacen tan mínimos, tan cómodos, tan insignificantes y tan caros. Me olvidé, me olvidé.
Tomás tomó el teléfono celular, vio en la pantalla el número de la persona que llamaba, no lo reconoció, pero sospechó que venían por él, ya habían descubierto que había desconectado el teléfono, nada se oculta en este país de perseguidos. No atendió el teléfono, para qué.
Se sentó con las piernas cruzadas y balanceándose empezó a cantarse una canción de cuna.
Comentarios
Como siempre, tu voz es cristalina, transparente, melodiosa: en fin, poética.
Que tanta falta nos hace.
Sobre todo ahora, cuando en Venezuela uno quiere callar todas las voces --para que sólo se escuche el eco de la suya...
Pobre hombre!
Un abrazo,
Gracias por tus comentarios. Perdona que no respondí antes.
¿Cómo van los planes?