Mis hijos queridos

Por Matusalén Gómez

De padres vascos: Yon; de abuelos rusos: Stalin; de tíos estadounidenses: Douglas; de padres portugueses: Natalia; de padres españoles: María del Carmen, un solo detalle que es el más importante son estudiantes, lo variopinto de sus raíces los hace doblemente responsables de hacer futuro. Su primera generación llego a Venezuela buscando lo que mucho de ellos habían perdido en sus países de origen: LA LIBERTAD, habían sufrido hambre, dolor y muerte en guerras estériles que sembraron desolación y separación en sus familias, dejaron de ser niños porque su infancia se perdió en tristes recuerdos y ante la brutal realidad de llegar a ser adultos sin sueños, volvieron su mirada a este país.

Llegaron a estas calientes tierras en busca de esperanzas, llegaron apiñados en barcos de carga, destino: Puerto Cabello, La Guaira... solo la Cruz Roja Internacional sabía de ellos. Luego se regaron por toda la geografía venezolana; yo los vi. A los italianos que trajo Pérez Jiménez que vivían arracimados en piezas de casas, donde ya casi entrada la noche llegaban a descansar sus menguadas fuerzas. ¿Qué comían? Pan con tomate y pepsicola, poco hablaban porque poco les entendíamos, su olor era fuerte y picaba en la nariz, lavaban su poca ropa y creo que la secaban sobre sus catres, de dinero no sé, ellos vinieron traídos por otro régimen, una dictadura que era la cosecha en los años 50. Era la era del Nuevo Ideal Nacional.

En realidad pierdo mis recuerdos, pero mi memoria caché me lleva a cuando estaba en 6to grado y nos llevaron en autobuses al Estadio universitario, para una demostración de gimnasia, éramos cantidad de carajitos, unos de blanco, otros de amarillo, otros de azul, y otros de rojos, era un homenaje a Pérez Jiménez, en la semana de celebración de su ascensión al poder. La Semana de la Patria. (prohibimos al lector la asociación mental con cualquier personaje de hoy día).

Franco Nastrucci, contable de Nápoles, Italia llego contratado por León & Penso donde yo era el mensajero; Nastrucci era de talla pequeña, de nariz aguileña y ojos azules vestía un traje curioso, porque el palto llegaba por encima del trasero, se sentaba en aquel escritorio y frente a una maquina de contabilidad National Register, metía unas paginas de cartón, la maquina crujía y resoplaba, yo llegué a creer que algún día reventaría pero no, hasta soportaba el cigarrillo, que incansablemente Nastrucci fumaba. Poco tiempo después estaba de novio de una secretaria y ¡sorpresa! el hombre se casó, vino con la doble intención quedarse y hacer una familia en Venezuela. Este relato se puede repetir una y otra vez y la única diferencia estará en la nacionalidad y adonde fueron a reposar los cansados huesos de los trabajadores que vinieron en esa época.

Puedo decir que sembraron a Venezuela de obras civiles, de ellos y de su esfuerzo son las autopistas que hay en este país, el Centro Simón Bolívar, los puentes de la Avenida Fuerzas Armadas, el Teleférico al Ávila, la Siderúrgica en Bolívar, la represa del Gurí, y paro de contar. Estos fueron los abuelos y regaron su semilla y mezclaron sus raíces con las nuestras. Allí nació la Venezuela moderna. De allí somos nosotros. El rostro, los gestos, el habla, la expresión, el amor, la pasión, el pelo, los ojos: azules, verdes, pardos, rayados, también vienen de allí. De la mezcla de razas nace Venezuela, por ello nunca podremos negar nuestras raíces, porque nuestras indias, negras, blancas, y trigueñas aceptaron el reto de hacer un país de mestizos.

Vinieron a trabajar, a esforzarse, a sacrificarse y por querer que sus hijos no pasaron por esa experiencia, su descendencia buscaba estudiar y para ser mejores fueron a la Universidad.

EL ALMA MATER. LA CASA QUE VENCE LAS SOMBRAS, como buena madre los acogió en su seno, y produjo un profundo cambio en ellos que aceptaron el reto planteado, la universidad les transmitió los conocimientos científicos y tecnológicos, necesarios para crear la sociedad del conocimiento, del siglo XXI.

Por eso Stalin, Yon, Douglas, María del Carmen, Natasha, son nuestros hijos: la llamada generación perdida o la generación boba, ha despertado y lo primero que se ha quitado es la franela roja, ante el mundo, en una clara demostración de romper el paradigma creado por el régimen de que en Venezuela se estaba creando una nueva sociedad que requería de un hombre nuevo.

El Teniente Coronel Hugo Chávez olvidó que la institución universitaria se ha transformado radicalmente. Las universidades son autónomas. La Constitución lo consagra y garantiza con ello las libertades de cátedra, de estudio y de investigación...

Olvidó el rol que las universidades ocupan en su papel central en el desarrollo cultural, libre de ideologías, libres de imposición, libres para pensar. Por eso reclaman nuestros queridos hijos el respeto a la Constitución, la libertad de expresión, la libertad de manifestar, la libertad de crear y hacer futuro.

Por ello sus luchas son nuestras luchas, y van armados de la mejor de las armas: LA VERDAD, solidarios con esta patria que los vio nacer y los arropa como una madre llena de ternura declaramos que estos jóvenes son nuestros más queridos hijos, que sus voces son las nuestras, que sus anhelos y sueños son igualmente los nuestros. Y que el miedo y temor que sentimos al verlos atropellados, se convierte en coraje y llegará el momento, como en toda la historia, en que todos juntos nos levantaremos porque no habrá otra opción. Ánimo, fuerza, inteligencia y resistencia están presentes en ese caldo de cultivo que se llama juventud. No hay marcha atrás, el tren de la historia, esta en la estación y a tiempo, abordémosle juntos, ya no hay marcha atrás.-

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