Al día
Joaquín había vivido todos los días de su vida como si fuera el último.
No porque hubiera leído muchos libros de autoayuda que recomendaban esto cómo fórmula máxima de la felicidad, lo hacía simplemente porque en su corazón no conocía otra forma de vivir.
Desde esa perspectiva muchos hechos que a simple vista podrían parecer amorales cobraban un nuevo sentido. Joaquín veía las cosas de otra manera. Cada oportunidad era un objeto preciado, no medía las consecuencias del futuro, a su juicio no había ni bien, ni mal. Simplemente no había mañana, y por lo tanto nada podía ser interpretado por nadie.
No todo lo que hizo Joaquín fue —desde nuestro punto de vista— egoísta. También ayudó a mucha gente. Dada la ausencia de futuro, detenerse ante los problemas de los demás era su única opción, como únicas eran las personas y sus problemas.
Nada poseía Joaquín al momento de su muerte. No se casó, no tuvo hijos, no dejó ningún legado en este mundo. Ni siquiera dentro de las personas que sí creían en el mañana y se sintieron traicionadas por él, ni siquiera dentro de las personas a las que, por fuerza, ayudó.
Al ser juzgado, dictaminaron que iría al Infierno. Joaquín, más por curiosidad que por querer reivindicar algún derecho, quiso saber porqué.
—Porque nunca fuiste a la iglesia —le contestaron—, ni te bautizaron. ni te confesaste antes de morir, no perteneces al Cielo.
Joaquín pensó que la razón era justa, era cierto que nunca había pisado una iglesia.
Los dioses paganos que van a pasar los meses fríos en el Infierno buscaron a Joaquín y se lo llevaron con ellos.
Comentarios
si es asi, que me lleven a mi tambien! un abrazo.
(se acerca el summer en NYC, wow, the best time!)