Hace unos días vi un documental llamado Jesus Camp, en el que se muestra como los evangélicos estadounidenses están adoctrinando a los chamos, no solo para ser “soldados de Dios”, sino para llegar a puestos de poder en el gobierno y así influir en las decisiones políticas. Quieren, ¡oh, error! juntar el estado con la iglesia.
De más está decir que la película es espeluznante, no hay película de horror que remotamente se parezca a la sensación que da ver a esos niños completamente convencidos de que son los elegidos de Dios y a la coordinadora del campamento dar como excusa que los niños musulmanes están mucho más adelantados que los cristianos en eso de “morir por Dios”. ¡Ugh! Adoran la guerra de Irak, porque en sus cabezas esta gente son enemigos porque son musulmanes. Y hasta creen que hay soldados que están evangelizando (o matando) porque esa es su misión.
La frase la hemos oído muy seguido, dar la vida por Dios (el de cada quien, claro). No es nada nuevo que el tema de las religiones viene jodiendo a la humanidad desde hace siglos. Paradójicamente, las religiones son una de las principales fuentes de odio. Y creo que un venezolano no puede hablar de odio en estos días sin pensar en gobierno y oposición. Para mí la irracionalidad de la fe y la irracionalidad del culto a Chávez son cosas muy parecidas. El chavismo tiene mucho de acto de fe y como tal es incuestionable y por lo tanto difícil de entender por quienes no lo profesamos.
Por eso sentarse a hablar con un chavista es lo mismo que abrirle la puerta a un evangélico que toca a tu puerta un sábado por la mañana. Una vez cometí el error de abrirle la puerta a un evangélico, y no había cosa que yo le dijera cuyo argumento en contra no estuviera escrito en la Biblia. Yo tenía como 20 años, estaba en la universidad y le dije que si podía responderme sin leer algo de la Biblia, es decir qué pensaba él de lo que yo le estaba diciendo... nada, volvía como un porfiado a buscar en el libro. Era como jugar al gallo pelón, pero más aburrido.
Yo no estaba tratando de hacerle cambiar su punto de vista, o que dejara de creer en lo que quería creer. Mí única intención era que pensara por sí mismo, que viera alrededor y me diera una opinión propia, no escrita en la Biblia, de cualquier cosa, pero fue imposible. Agotada, desesperanzada le cerré la puerta y me volví a acostar a dormir.
¿Será posible que un chavista te diga objetivamente las cosas que están bien y las que están mal de este gobierno? ¿Que sean capaces de ver los niveles directamente proporcionales de riqueza y corrupción de esta administración? ¿O estarán sus mentes tan parcializadas por sus creencias que realmente no pueden ver que no hay carne, azúcar o leche?
Toda mi familia por parte de papá es chavista. De los ocho hermanos, solo uno no lo es. Una de sus hermanas le dijo un día a este tío algo así: “¿Pero porqué insistes en ir en contra? ¡Nosotros somos una familia chavista!”.
En casa de una de mis tías más queridas reposan en la biblioteca dos retratos: uno de Fidel, otro de El Ché.
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