A vuelapluma

ADOLESCENCIA
Entonces sales a la calle, caminando, creyéndote que por lo menos no eres taaan horrible. Te sientes hasta bien, a lo mejor si pasas por allá por donde está aquel grupito de chicos, de repente te piropean y te dicen fuifuio. A ver… y justo cuando vas a pasar en frente, por tratar de caminar mas erguida y sin ver para abajo, te tropiezas con no sé que cosa y los chicos que iban a decirte fuifuio se burlan de ti porque eres tan patética. ¡Pobre chica!

Es que uno nunca debería tener trece años ¡nunca! Menos los varones. A los trece años deberían quedarse encerrados en sus casas, escondiéndole al mundo sus caras llenas de granos asquerosos; su triste bigotico indefinido y casi transparente. Horrible. Y la voz, ni hablar, creo que ellos son más infelices, si cabe, que las niñas, que solo son torpes iniciándose apenas en los oficios de mujeres fatales. Aprendices de brujas.

Luego me dices, porque eres mi mejor amiga, que cómo hago yo para andar por la vida con esos senos tan grandes, que si no me duele la espalda y yo, que nunca había pensado si mis senos eran grandes o pequeños y que en realidad nunca les había hecho mucho caso, me miro en el espejo y te digo que no, que no me molestan, que ni los siento, que juego voleibol como siempre y que no me duele la espalda porque son un vulgar 34-B, que tengo una prima que pobrecita, que a ella sí que le duele la espalda y la tienen que operar y todo porque los senos sí le pesan. Tú, que eres mi mejor amiga, te me quedas viendo y en esa mirada descubro que en realidad preferirías tener mi 34-B al 34 ó 32 A que te gastas.

Eres mala, amiguita

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