Los hechos y personajes que se muestran a continuación son meramente ficticios. Cualquier semejanza con hechos reales bla, bla, bla, bla.
Las miro como uno mira dos perros que se encuentran en un parque, solo que en lugar de olfatearse el trasero, la primera pregunta —Qué fina esta reunión de venezolanos, ¿no? ¿Y de qué parte eres tú? Snif, snif
Yo, que cuando llegué no podía oír un chama o un ueón, porque ya quería acercarme y decir que yo también, pana, que yo también, ahora, después de seis años aquí, prefiero guardar la distancia.
—De Caracas —dice la segunda. Y antes de que le de tiempo de preguntar, la primera suelta —Y ¿de qué parte de Caracas? Snif, snif
He oído las mismas preguntas miles de veces, tratan de clasificarte, de saber si vale o no la pena seguir hablando contigo. Hacen redes, relacionan gentes. Snif, snif.
—Me crié en La California Norte, —dice la segunda— pero luego de que me casé me mudé a Bello Campo.
Es obvio que la primera es mucho más astuta. Nariz, trasero, huele, huele, sigue dando vueltas para sacarle más información. Se hace un plano mental de Caracas y reconoce que esa información es insuficiente, demasiado clase media para saber si hay jugo que exprimir. La segunda parece un poco aburrida, desinteresada. Es mayor y de entrada descartó a la primera como alguien interesante, a lo sumo le molesta su voz ronquita de chamita echada pa’lante.
—Y ¿dónde estudiaste? —Sabe la primera que esa pregunta es decisiva— Snif, snif, mueve la colita.
—En la Católica, Comunicación. —Casi puedo ver como la cola de la primera se acelera. Hay material, hay posibilidades.
—¿En qué año? —Esta niña no da tregua.
—En el 94 —responde la segunda francamente aburrida, mirándose las uñas.
—Es la merma —dice la primera— en ese año yo estaba en primaria. Estoy tratando de acordarme de alguien de esa promoción, amigos de mi hermana mayor y eso, pero nah, no me viene nadie a la cabeza. —La segunda casi se desmaya de la imprudencia de la carajita. ¿La merma? ¿Quién coño habla así? Sin que se lo pregunte, la primera suelta que estudió diseño en la Caracas, pero que ahora estudia en Pratt.
—¿Y dónde trabajas? ¿Qué haces? Snif, snif —La primera todavía tiene esperanzas... uno nunca sabe. A estas alturas la segunda quiere mentir, inventar algo, pero las cervecitas que se ha tomado en la reunión la han dejado un poco lenta. Hago algunas entrevistas, a veces, —responde—, hago traducciones, corrijo algunos textos en español.
La primera da dos pasos, otea la sala, estudia la vía de escape. Ya sabe que esta niña no le interesa. Está a punto de irse cuando se acuerda.
—Ah, ¿y quién es tu abogado? ¿Qué visa tienes?
Me voy antes de que le pregunte el nombre y el teléfono de su ginecólogo en Nueva York.
Al fondo se oye: Viva Venezuela, mi patria querida...
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