Ya no

No quería que amaneciera. Sabía que algo había ocurrido durante la noche. Había oído gritos de agonía y me había negado a levantarme. No hay absolutamente nada que yo pueda hacer. Eso me dije aún a sabiendas que no era del todo cierto.

Así que no fui cuando oí los gritos. Mis amigos me han abandonado a pesar de mis esfuerzos controlados por retenerlos. Quizá deba ya dejar de llamarlos amigos, quizá deban dejar de dolerme. Yo lo intenté, pensaba en los demás, hice sacrificios en nombre de la amistad que me valieron de poco al momento de la verdad. Por eso da igual ser bueno o malo.

Recuerdo las veces que fui bueno y me di cuenta de serlo. Cuando ayudé a una viejecita en el mercado a guardar la compra en su propia bolsa. Apenas salí de ahí me asaltaron. Recuerdo haber pensado mientras metía los artículos en la bolsa de la señora: “Hoy, he hecho mi buena acción del día”. Por eso no entendí el castigo. El tipo que me robó sacó una navaja con la que me abrió una raja a un costado. Tuve que ir a emergencias. Mi buena acción había sido bien recompensada. Hasta hace nada estuve pagando la factura del hospital. Mientras esperaba en la emergencia no dejaba de pensar que si no me hubiese distraído con la viejecita, habría salido del mercado minutos antes y nada habría pasado. ¡Qué curiosos son los designios del señor!

Ya he visto a la conserje del edificio sufrir para sacar los enormes pipotes de basura varias veces. Le he pasado por el lado. He visto las gotas de sudor que recorren su cara. Nunca la he ayudado. El primer día lo pensé… luego me dije, qué más da. Ya se las arreglará, no sé porque una persona como ella tiene un trabajo como ese. Sé que es ella la que ha estado gritando en la noche.

Nunca he sido un tipo egoísta, regalé mi tiempo, (mi más valiosa pertenencia) a manos llenas. Pero la otra gente parece estar muy ocupada. Su tiempo debe valer más que el mío. Pero eso era antes. Ya no. Ya no lo regalo. Lo he descubierto, tampoco vale la pena. No lo hago por egoísmo, lo hago por intuición. Mentira, lo hago porque sé que el mundo estará muy ocupado cuando yo lo necesite.

¿Sueno a decepcionado? Sí, lo estoy. No lo niego. La gente me asquea. En el fondo siempre lo supe. Solo tenía que recordarlo, en mi juventud no tenía amigos, no es que fuera una persona solitaria, pero nunca dejé que nadie penetrara en mi mundo. Si tenía algún problema lo resolvía como podía. Nunca me gustó pedir ayuda. Hasta ese día que me doblé el tobillo. Estaba en la universidad y no podía manejar mi carro de vuelta. Lo hubiera hecho, hubiera aguantado el dolor y lo hubiera hecho, pero me desarmó aquella chica a la que dejé de ver años después con su “¿por qué no te dejas querer?”. Ahora ya lo sabes amor mío. Porque no vale la pena.

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