Todo en familia (Parte I)

Mi macabro estudio de la raza humana comenzó hace ya mucho tiempo. No era un asunto fácil. Primero debía lograr que un grupo familiar me tomara cariño. Tardaba años trabajar con cada familia. Descubrir sus debilidades. Ver cómo se comportaban cuando me sentían parte de su familia.

Podía olfatear la llegada del día. La gloria de ver a la exitosa de la familia metiéndose trozos gigantes de comida y hablar con la boca llena. O ver cómo una chica que siempre andaba de punta en blanco, se pintaba las uñas de los pies en la mesa de la cocina. Eran gestos que valían la pena la espera. Era como desnudar a una mujer después de cortejarla largos años.

Me gustaba destrozarlos luego.

Mi estrategia era sencilla y discreta. Me hacía amigo de alguno de los miembros de la familia. Lo invitaba, salíamos, nos hacíamos como hermanos, estaba siempre ahí cuando me necesitaba. Y poco a poco me iba colando en el seno de la familia. Primero a los cumpleaños, luego a los bautizos y reuniones más íntimas, hasta que un buen día no tenía que preguntar para pasar, como pasa uno por la casa de un familiar.

A la primera invitación a cenar, nunca jamás comía, me hacía el penoso, pero siempre llevaba alguna exquisitez. Eso además me daba la posibilidad de ver la involución de las personas. Como eran sujetos de mis estudios, para ellos todo pasaba normalmente, pero puesto que yo los estudiaba, la oportunidad de ver cómo pasaban de limpiarse con la servilleta de tela refinadamente, a reciclar la servilleta de papel del vecino en la mesa, me producía un placer extraordinario.

No era fácil encontrar a los sujetos adecuados. A veces podía suceder que estuviera de amigo de alguien por meses, a la espera del momento en que me llevara a cenar. Una persona normal, con modales aparentemente correctos, pero luego, cuando me presentaba a su familia, resultaban ser unos vulgares. El padre que se sacaba la comida de los dientes con las uñas, o el hermanito que eructaba sin el menor reparo. Esas familias no me servían, no me interesaban las cochinadas en sí, sino la degradación, ver a la gente caer de sus pedestales.

Así que las familias debían ser educadas, que guardaran las buenas costumbres, que no se atrevieran, de buenas a primeras, a decir o hacer algo de lo que pudieran arrepentirse. ¡Cuán delicioso era verlos caer!

Comentarios

Alvaro dijo…
Qué peligro. Trampa. Observación.

En este macabro estudio sólo se observan los detalles pobres, sucios, mezquinos, cobardes, etc... del comportamiento de las personas. Los que se pueden ver.

Pero nadie puede observar los pensamientos, esos si que no tienen límites, posiblemente algunos sean más macabros que el macabro estudio de la raza humana, porque pensar tambien es un atributo de la raza humana.

En este último e hipotético caso, ¿quien caería? ¿el observador ó el observado? ¿los dos?

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