El (no tan) discreto encanto de la burguesía

Por Matusalén Gomez

Con el devenir del tiempo y luego de transcurridos casi 10 años del ascenso del pueblo al poder, uno no deja de preguntarse qué ha cambiado en el país con relación a lo que se llamó la IV República. La mayor de las críticas hechas a aquel sistema, era el haber constituido una burguesía corrupta y anquilosada que se nutría cual sanguijuela de los ingresos provenientes de la venta del petróleo. Desde esa debilidad se montó toda la parafernalia que al igual que una religión radical, hoy está instaurada en Venezuela.

Me había prometido no hablar, o mejor dicho no escribir, de política, pero pienso que es necesario hacerlo para lograr entender la complejidad de lo que estamos viviendo como pueblo.

Veamos, recibo una invitación, por demás decirlo de un alto compatriota, y en aras de conservar una buena amistad, acudo presto a compartir con él. Miren entonces con lo que me encuentro.

Una vez terminado el condumio nos echamos al coleto unos escoceses de 12 años en adelante y continuamos el humilde compartir. Escuché los cuentos del sacrificio revolucionario, hasta que llega el momento de cancelar la cuenta.

Como un vulgar mortal, saco un plástico, mi tarjeta de débito, y pido que me carguen el 50% del consumo (aunque he de confesar que ni comí ni bebí de aquella cuenta, porque llegué con retraso) ya que lo cortés era ser solidario.

La respuesta fue inmediata y el Kamarada sin pena, pero sumido en la gloria, sacó presto de su cartera de marca Louis Vuitton de fino cuero, sendas tarjetas de crédito, de diferentes bancos. Resaltaban las doradas sobre las grises y modestamente nos explicaba –Esta tiene límite, pero esta no; la dorada es internacional, pero la plateada es solo para consumos en “Don David”… una larga conversa, pero allí no paraba todo ya que como guardada bajo la manga y como un mago sacó una tarjeta de color titanio… de hecho la más exclusiva y solo editada para un reducido club de 100 poseedores. ¡Vaya humildad! Como es natural, yo, intentando no llamar la atención, con la vista puesta hacia un lado extraje mi tarjetita de debito.

Solo escuché al Kamarada decir al mesero –Cobre usted, y agregue la propina.

Una vez más quedan demostradas las bondades del capitalismo y sus herramientas, que en manos de la revolución expresan su alto contenido social hacia la buena vida.

Y crea usted, aquí no ha pasado nada solo se trata de un cambio de piel y del intento de sustituir una clase por otra. Bon appétit o como quiera que se escriba en vulgar francés.

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