Mi amigo
Por Matusalén Gómez
Hace algún tiempo, regresaba una tarde de mi trabajo, como siempre llegué al conjunto, accedí por la calle principal a poca velocidad. Entonces mi aguda vista de conductor se fijó en un detalle, había algo muy pequeño, casi oculto dentro de las cercas de ixora roja.
Como estaba un poco cansado no le di mucha importancia y llegué a casa, donde la rutina me absorbió y como dice la canción “así pasaron los días”, pero en mi mente quedó el detalle.
De nuevo, al regresar a casa vi el mismo movimiento que ahora estaba acompañado de un pequeño triciclo. Caramba, me dije, ¿qué es esto? y agucé los sentidos. ¡Voila!, allí estaba; era un niño muy pequeñito que con una espada de juguete peleaba a brazo partido con una niña, como de 10 años.
En efecto era un niño, que por defecto congénito o de índole cromosómico no crecía, como dicen un enano. Sin detenerme y para no llamar la atención pasé lentamente y por el retrovisor vi que continuaba la lucha. Reí para mis adentros, ya que además de la pelea estaba vestido con un bóxer, por lo que la lucha era con el torso desnudo.
Usualmente troto un poco en las tardes, así que alguna vez tenía que ser ya que nuestras casas están muy cerca, en una venida de esas me lo conseguí de frente.
Me regaló un hola muy espontáneo, con lo cual solo me quedo detenerme a saludarlo. -¿Cómo te llamas? -le pregunté.
-Me llamo Ángel -me contestó; y dicho esto se volvió a su casa.
Pues un buen día me encontré a Ángel. -Seamos amigos -me dijo, y me dio su manita. Ángel a veces me espera y desde allá abajo, pero sin miedo me pregunta ¿tienes chocolate?
Como somos amigos ahora debo tener algo dulce en casa. Aunque yo antes decía que borracho no come dulce. Empero, cuando a veces me espera mi amigo sé que con toda su inocencia vendrá hacia mí, me mirará con sus grandes ojos y con su infantil vocecita, me dirá -Hola amigo, ¿tienes dulces?
De verdad, para mí ha sido una lección de vida, ante tanta inocencia, pero creo que por eso se llama: ¡Ángel! Dios lo bendiga.
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