A vuelapluma

El señor Manolo es un señor español que vive en el piso 3 del edificio y cree que es muy gracioso.

Cada vez que el ascensor se para en su piso, yo me voy a una esquina asustada y el señor Manolo me aplasta como si no existiera. Él cree que eso nos gusta a los niños, pero a mí no me gusta que un señor viejito me ponga su traserote en la cara.

A lo mejor cuando tenía tres años y yo le llegaba a las piernas, no me importaba, pero ahora tengo seis años y mi cara da directo a sus nalgas no me gusta nada.

Así que un día, sin pensarlo dos veces, le planto un mordisco no sé en donde, porque no sé exactamente donde estaba mi cara en el momento de la mordida.

A mí me entra una risa de satisfacción que me baja por la barriga haciéndome cosquillitas. Así que bajo la cara para que nadie me vea.

El señor Manolo se voltea y yo no lo miro. Hago lo mismo que él, hago como si él no estuviera y como si ahí no hubiera pasado nada.

El ascensor termina de bajar en silencio.

Cuando salimos del ascensor le confieso a mi mamá que mordí al señor Manolo. Ella no me regaña ni nada.

De ahora en adelante, ya sé que el señor Manolo no me va a aplastar más en el ascensor.

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