Analfabeta
Los miro tocar. John Williams dirige la Filarmónica de Nueva York y me transporta con su música a las películas que marcaron parte de mi infancia.
Siempre me he sentido maravillada por la manera en que se compone la música. Aunque sé que para la misma pieza, la partitura para cada instrumento es diferente y que hacen falta todos los instrumentos para que una pieza suene como suena, hay algo que se escapa de mi entendimiento, ese "algo más que la suma de las partes" que completa el todo.
De pronto me entra un pánico. Busco mi libreta y escribo a oscuras con letra desordenada “Como aceptar que siempre te leyeran los libros, no saber leer música. Un mundo paralelo al que yo no puedo acceder”. Me he dado cuenta de que soy analfabeta.
Imagino que eso es lo que debe sentir una persona que no sabe leer cuando le ponen un libro por delante. Solo ve un montón de manchitas negras que no significan nada.
Trato de hacerme una idea de lo sublime que debe oírse la música dentro de las cabezas de quienes saben leerla, de quienes son capaces de extraer un significado de esos garabatos.
Me entristezco al pensar que lo que yo escucho es una interpretación, una abstracción y no la música pura. Como si fuera incapaz de leer y estuviera condenada a que alguien me leyera los libros, o a ver sus versiones cinematográficas. Sé que me estoy perdiendo tanto…
Dejo que la música ejerza su magia, y, buena como es, acepte a esta humilde oyente que no deja de asombrarse cuando la tocan los milagros cotidianos. ¿Será muy tarde para aprender a leer?
Siempre me he sentido maravillada por la manera en que se compone la música. Aunque sé que para la misma pieza, la partitura para cada instrumento es diferente y que hacen falta todos los instrumentos para que una pieza suene como suena, hay algo que se escapa de mi entendimiento, ese "algo más que la suma de las partes" que completa el todo.
De pronto me entra un pánico. Busco mi libreta y escribo a oscuras con letra desordenada “Como aceptar que siempre te leyeran los libros, no saber leer música. Un mundo paralelo al que yo no puedo acceder”. Me he dado cuenta de que soy analfabeta.
Imagino que eso es lo que debe sentir una persona que no sabe leer cuando le ponen un libro por delante. Solo ve un montón de manchitas negras que no significan nada.
Trato de hacerme una idea de lo sublime que debe oírse la música dentro de las cabezas de quienes saben leerla, de quienes son capaces de extraer un significado de esos garabatos.
Me entristezco al pensar que lo que yo escucho es una interpretación, una abstracción y no la música pura. Como si fuera incapaz de leer y estuviera condenada a que alguien me leyera los libros, o a ver sus versiones cinematográficas. Sé que me estoy perdiendo tanto…
Dejo que la música ejerza su magia, y, buena como es, acepte a esta humilde oyente que no deja de asombrarse cuando la tocan los milagros cotidianos. ¿Será muy tarde para aprender a leer?
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