Por Matusalén Gómez
No se escucha ni un murmullo, ni de día ni de noche, es el silencio total, alzó la mirada y solo vio un camino de hierro que por sobre su cabeza pasaba, solo era la luz cegadora y potente que alumbraba cual sol inclemente.
Pasó la mañana y estaba solo, las horas cual ruedas de su reloj mental proseguían su lento deslizar, ¿Qué hora es, se preguntó? la interrogante corrió hacia su mente dolida y al llegar a su cerebro cansado, no encontró la respuesta y descendió nuevamente hacia lo que como sentido quedaba y él mismo se envolvió en la pregunta del tiempo, ¿para qué? - se preguntó- siempre es el mismo silencio.
En ocasiones viajaba por su interior ya obstinado hacia su más querida tierra, pero eran los recuerdos quienes más daño le hacían. ¿Por qué -se preguntaba- este total silencio? Ya ni su mente reacciona, solo acepta el recogimiento de sueños sin despertares, cual despojado ser de su más íntimo respeto, solo en su celda yacía en un sobrecogedor silencio.
Solo lo más primario como ser lo mantenía despierto sin saber que allá afuera y muy lejos de aquel lugar, otros también como él vivían el más absoluto silencio. Prohibido hablar, prohibido pensar, prohibido gritar, prohibido llamar, no podía expresar en su más remoto sentir ni siquiera el dolor de poder a su pensamiento llegar… también prohibido pensar.
Yace el ser ya reclamo de la naturaleza, sobre un tablón, tendido, desde su alma a distancia él ve, él observa, por primera vez y escapado de la inhumana jaula, que puede volar hacia la libertad.-
Dedicado al Comisario: Ivan Simonovis, preso y enfermo y sin esperanza de un juicio imparcial por parte del régimen venezolano.
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