El perro y la ventana
El perro miraba por la ventana del ático del edificio de enfrente de la parada de autobús donde yo estaba. Una ventana redonda, central, en el tercer o cuarto piso de un edificio antiguo, pero cuya fachada fue remodelada hace un par de años.
Es un perro pequeño, blanco y beige, bueno, desde afuera parece un perro pequeño.
Desde dentro, si yo fuera Hopper, probablemente pintaría la luz y la calidez de uno de los primeros días de primavera en Nueva York. El perro solo, de espaldas a mí (Hopper), mirando quién sabe qué por la ventana.
Si yo fuera Hopper y estuviera de vuelta en mi apartamento pintaría la desolación de una casa vacía, la ausencia de las cosas que personalizan el lugar donde alguien habitaba y ya no habita más. Las paredes vacías, el suelo desnudo. Una mesa que se ha quedado rezagada… y la luz, esta luz intensa y maldita que seguirá entrando aquí aunque nosotros ya no estemos.
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Lillian