El tipo ese

-Ponme la canción más triste que se te ocurra -le dijo el tipo ese al que estaba poniendo la música en el bar.

Era imposible saber el nivel de alcohol del tipo ese, pero era claro que no estaba tan borracho como para ponerse violento. Su problema era de otra naturaleza y eso lo supo el de la música, acostumbrado como estaba a ver gente entrar y salir del bar de mala muerte en el que se ganaba la vida.

La tristeza, eso sí, se le notaba a leguas al tipo ese. Pocas veces había visto a alguien tan triste. Ya había pasado el punto en el que las personas acongojadas le escupen sus desgracias al camarero con el primer trago. Ya ni le interesaba contarlo, eso se le notaba.

El tipo ese ya no confía en la raza humana -pensó el de la música-. No espera que yo le ponga la canción más triste y si lo hiciera solo contribuiría a su depresión. En realidad no hay nada que pueda hacer. Si no la pongo dirá que eso era lo que esperaba porque nada en este mundo sale como él quisiera y quién soy yo para contradecirlo. Además no estoy de ánimos yo para entristecerme. Me queda la satisfacción de creer que al menos no le di el último empujoncito. Ya se sabe lo que pueden hacer las canciones tristes con la gente que ha perdido la fe por el ser humano.

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