La pérdida del encanto

Por Matusalén Gómez

Los pueblos, al igual que los seres humanos, padecen de pasiones y emociones que, a veces, se convierten en enamoramiento y éste, en su más radical expresión, conduce al encantamiento.

Ah, ¡qué encanto! cuando en ocasiones nos sentábamos unos cuantos muchachos a echar cuentos, ya pasada la tarde, en una Caracas donde la luz era medianamente servida y que se prestaba para la historia. A veces, salían cuentos de encantamientos.

El cuento incluía siempre a una hermosa mujer que en medio del campo o del bosque se presentaba con su cuerpo envuelto en tules y a mediana distancia miraba y llamaba con una dulce voz al encantado, siempre un hombre que gustaba de las aventuras extra cátedra, bueno medio sinvergüenza, y al seguirla lo iba llevando hasta una laguna en donde el susodicho, ya poseído, se sumergía y por supuesto moría en el intento. Había unos que despertaban a tiempo y en medio de la angustia por salir del encanto, echaban a correr desesperados por alejarse de aquella visión de ultratumba. Se decía que la encantada era una dama que acabó con su vida terrenal por culpa de un mal amor.-

En mi caso en particular debido al hecho extremo de que dejaba de comer por ir o estar cerca de la amada de turno era emperramiento. Así lo calificaba mi abuelita María, que en paz descanse. Recuerdo que una vez me enamoré o me emperré (¿no suena como feo?) de una morena de buena familia, así que no paraba en mi casa, estaba siempre en busca de la mejor oportunidad para verla. ¡Qué locura hermano!

Ligia Machado, recuerdo que se llamaba, y de verdad que era muy bonita. Hermoso tiempo aquel (y a veces muchos que nos da la vida). La cuestión era que mi abuela era medio racista y no gustaba de los negros y ¡ay! se armó la sampablera, al extremo que a una maleta donde guardaba mis mejores galas le echó candela y hasta ahí llego mi amor, porque según ella yo no debía aspirar a la hermosa morena.-

Así pasa con los pueblos que regidos por la normalidad del tiempo han perdido la capacidad de reacción ante el amor. Fíjese el pueblo venezolano, que al celebrar 50 años del 23 de Enero anda buscando, como quien se ahoga en un pozo, romper el amor loco que desde hace nueve años lo empató con el fatal proyecto del camarada Ugho.-

Y es hasta por naturaleza que este pueblo cayó en semejante atracción fatal, ya que por 40 años, había convivido, cohabitado, la tranquilidad de la democracia, y, como buen matrimonio, había caído en la rutina del mismo dulce todos los días. Hasta que el encanto disfrazado de EL PROYECTO, le enamoró, y como esposa desesperada por romper con la rutina, decidió lanzarse por el barranco como amante infiel.

¡¡Cosa más grande el mundo¡¡

Ahora, después de 9 años de haber roto con aquella buena pareja, y haber probado las dulces y empalagosas caricias del camarada Ugho, que se fueron convirtiendo en golpizas e infidelidades, traiciones y arrebatos y hasta cachos con Fidelios y Noamises, se da cuenta de que no valía la pena y, como perro azotado, quiere regresar al cariño que mal que bien había tenido por cuatro décadas.

Ayer acordó en un contrato de amplitud, regresar al camino de la unión, de la paz, y del amor que ya no es el mismo de los viejos amantes sino que se acerca más al amor entre hermanos.

Póngale usted nombre y apellido ya que lo importante es que ante la pérdida del encanto, este reencuentro consolide aquel amor que dábamos por perdido. Así sea.

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