A vuelapluma - Lápices de colores

Este año que empiezo 4to grado, por fin convencí a mi mamá para que me comprara la caja de 24 colores. No se puede empezar 4to grado con una caja de 12, todo el mundo sabe que solo los niños pequeños tienen esas cajitas.

Este año a mi hermana le van a comprar la de 36, que tiene dorado y plateado, pero no importa porque si no me los presta, se los quito igual.

Cuando traen la caja de colores la abro como si fuera la primera vez que me dan unos colores. Veo todos los lápices sin empezar, huelo el aroma inconfundible de la madera que me gusta tanto.

Entonces los saco uno a uno y voy sacándoles punta hasta que se me hace una ampolla en el dedo por culpa de mi mamá que me compró el sacapuntas de los chiquitos plateados, en vez de comprarme el de plástico con recipiente que le pedí.

El color blanco queda más chiquito porque siempre se le está partiendo la punta. Ya veo que a mitad de año tendré que comprarme otro blanco en “El sol”, la librería de allá abajo. Si ahorro, a lo mejor me compro también un dorado y un plateado para no tener que pelear con la egoísta de mi hermana. Y un cardenal, y un rojo fuego y un rojo ladrillo y un índigo y un verde oliva, y un violeta, y un púrpura, y un ocre...

Los colores quedan en su caja, nuevos, todos en fila con las puntas afiladas como soldaditos recién afeitados. Ojalá hubiera ido al trabajo de mi mamá, ahí con el sacapuntas eléctrico quedan todos tan parejitos. Ahora tendrán que esperar ahí calladitos hasta que empiecen las clases.