Traición a la patria

Por Matusalén Gómez

La patria estaba herida, el arma levantada por la mala mano de sus hijos, se encontraba lista para acabar con la vida de la madre y el brazo, en su plena extensión y armado con una hoz, solo esperaba la señal del matricida.

¿Pero como justificar este delito? Si la madre te parió, te crió, te abrazo entre sus brazos llenos de calor, te ayudó a caminar, si la primera tierra que pisaste y donde dejaste tu huella era el regazo materno, si te levantó cuando caíste, creyendo que te habías golpeado para acunarte entre su dulce canto y entre tus sollozos de niño. Si te amamanto con sus pechos plenos de la más dulce leche; que si acalorado estabas la brisa de la montaña descendía y convertida en un suave viento por tu carita pasaba para que el frió sintieras y así buscaras sus brazos. Cómo si con tus primeros pasos un enramado levantó para que así pudieras apoyarte en ellos y aprender a correr, si te cuidaba de día y ya llegada la noche, te esperaba con el deseo de llenar la barriguita para que en un compartir de amor y comer tu paso por la niñez fuera lo más feliz de sentir.

Qué tan buena madre era que el camino hacia el río, lo sembró de hermosos árboles, donde las frutas colgaban a la mano para que así las comieras, que el agua de aquel fuerte río, donde te gustaba nadar, ella antes de que llegaras lo convertía en un suave arroyo, para cuidarte mejor. Hambre cuando niño no tuviste de ello se encargó aquella bondadosa madre, de nombre Patria.

Que cuando creciste y te creíste hombre, ante tus dudas de adolescente, también a tu mente guió y tan buena era la madre, que se dijo, decidió, es la escuela, la escuela militar, él parece fuerte, yo le forjé el carácter y allá en una jugada de suerte con tu rebullicio de mente fuiste a parar, allí nunca te falto nada: dilo tu mal hijo, te vestí, te enseñé, te formé y hasta mujer te busque; que de tener tantos hijos ya una vez hecho hombre tu rastro perdí.

Y te perdí, como decirte hijo mío, si con tanto amor que te di, una vez que armado ya estabas, olvidaste la ilusión de ser útil al país y en una extraña conjunción de miedo, resentimiento y cobardía decidiste el mal camino de traicionar el amor que yo con tanto calor te di, te buscaste a un hermano envenenado de aquella idea de acabar con la oligarquía aunque él mucho la vivió, gracias a la bondad de este suelo, te aliaste con gente mala y en un nefasto día, volviste a traicionarme, cuando un 2 de febrero, usaste a tus hermanos en una orgía de terror impuesta por armas que tomaste y les dijiste a los soldados que dispararan a matar a quien se moviera, hombre bajo, mente fría y aquel inicio te convirtió en preso; con razón o sin ella, la patria te perdonó y te aprovechaste de la hidalguía. Te volviste hablador, manipulaste la verdad y contrataste la mentira y te condujo al poder un pueblo que en busca de redentores no le importó tu pasado.-

Así pasaron los años y hoy tu retrato se ve más que el de Cristo, que en cada iglesia de pueblo nos hace levantar la vista. La diferencia es que Cristo con su cabeza coronada de espinas y en un último estertor sus ojos tiene cerrados en una señal de entrega; tú no, de franela encarnada y de mirada fría y desafiante, también te ve la gente, el pueblo, pero le inspiras temor, miedo y se preguntan a dónde nos lleva este hombre; parece un pueblo engañado, sigue con hambre, sin ropas, sin techo, sin leche, sin vida que ya no vale nada, gracias a tus favores de no protegerlos del lumpen armado, que por cierto tu también has apoyado. Ahora con la reforma das un artero golpe, no soportas el papel de un ciudadano cumplido, te prefieres vencedor de las mil y una batallas y lo proclamas a grito de Venceremos, qué poca humildad, qué dolor corroe mi alma. Ya no hay tiempo, ya veo la hoz venir y siento que se desplaza el aire, cuando tú levantas el brazo zurdo para, con toda la fuerza de tu miserable traición, acabar con mi vida.

Olvídate de mí, que mis restos se pudran y que los absorba la Pacha Mama; que no los toque nadie, que no suenen cornetas, no quiero oír el clarín, que no quiero panteón, ni honores. Solo polvo que arrastre el viento. Solo digo, renaceré, pero antes debo morir.

Te digo hombre de miedos, hombre de poder, hombre de mentiras, hombre artero, hombre material, hombre de traiciones, hombre de entregas; espera, sí espera poco, muy poco. Venezuela volverá, la república será y será de Venezuela.-

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