A vuelapluma

Mi hermana, yo (y parece que todos los niños de Caracas porque cada vez que voy a casa de una amiga, ella también tiene uno) tenemos una fotografía gigante en blanco y negro de cuando éramos más pequeños firmada por un tal Zerda.

Yo miro la foto de mi hermana, y sin duda es igualita a ella ahora. Un poco más pequeña, pero evidentemente es la misma persona; pero miro la mía y no me parezco en nada a la niñita del afiche.

A ver… primero, esa bebé de la foto tiene el pelo liso, lisísimo y segundo, es una gordita cachetona. A decir verdad, no puede ser más diferente a mí. Yo soy flaca y mi pelo es un revuelo de pelos gruesos y enrollados. Si lo miro bien -y hasta lo mido haciendo un anillo con los dedos para asegurarme- creo que ni uno de mis muslos tiene el tamaño de los brazos rollizos de la gordita de la foto.

Por eso mi hermana empieza a decirme que soy adoptada. Yo lloro y no le creo, pero la verdad es que miro la foto y algo de duda me entra. No parezco yo. Ese cuento de que el pelo me cambió porque me lo cortaron antes del año en María Moñitos y la peluquera me echó mal de ojo, no me lo termino de creer. Tengo seis años, pero no soy tan tonta. Mi hermana me canta “Yo nací en una ponchera, me lo dijo mi mamá” con ritmo de Alma Llanera, y yo no la quiero oír y me tapo los oídos con las manos, pero por alguna razón me imagino chiquitita, flaquita y peluda en una ponchera en la esquina donde se para el heladero cerca del edificio 1.

No sé. He averiguado más, encuentro un certificado de nacimiento que dice que yo Claudia Elena Cazorla Martínez nací el día que cumplo años y tiene hasta la huella de un piecito mínimo que se supone que es el mío, pero ¿y si no? ¿Y si esa bebé de la foto existió y desapareció y me recogieron de la ponchera en la esquina del heladero y me pusieron el mismo nombre? No sé ¡Yo no quiero vivir en un orfanato! Tendré que seguir investigando.