A vuelapluma
Fuera de casa
A mí no me gusta cuando nos dejan a dormir en casa de mi abuela. No me gusta esa casa que no es la mía. Mi abuela nos obliga a arrodillarnos al lado de la cama para rezar el padrenuestro por las noches. Yo le pregunto si no es lo mismo rezarlo acostadita en la cama y ella dice que no, que me calle, me arrodille, que rece y me duerma.
Mi abuela tiene un escaparate secreto donde guarda de todo. Arriba, mi tío esconde unos globos de la empresa donde trabaja. Entonces Mili y Adriana nos mandan a Adriano y mí, que somos los menores, a subirnos en la cama para tratar de alcanzarlos. Mi hermana y Adriana vigilan que no venga mi abuela. Pero cuando ven que se acerca, en lugar de avisarnos, salen corriendo a otro lado y mi abuela nos agarra a Adriano y a mí medio encaramados en el escaparate.
A Adriano no le hace nada porque él es varón y además porque es más pequeño y vive ahí y es el consentido, pero a mí me da una nalgada que me queda ardiendo por tres días, sobre todo porque no quise confesar qué era lo que estaba buscando mientras que Mili y Adriana se quedan tan tranquilas como si ellas no hubieran estado involucradas en el robo de los globitos.
Pero aunque no me guste dormir fuera, estar con más primos es divertido. Eso sí, lo que más odio en casa de mi abuela es la arepa remojada en leche que nos sirven de desayuno. Mi hermana y yo nos miramos porque sabemos lo que nos viene. En un plato hondo, mi abuela pone leche y en lugar de cereal, pone trozos de arepa con mantequilla y queso. La arepa queda flotando y en la leche se crean unas manchas amarillas de suero que no puedo ni ver, pero que me tengo que comer si no quiero que me den una nalgada sobre las marcas de la nalgada de ayer en la tarde.
Lo peor de todo es que a Adriana y Adriano les fascina. Mi mamá dice que a la comida no se le dice guacatela, pero esto es guacatela. Yo pienso en los niñitos que no tienen nada que comer y me tomo la leche, que tampoco me gusta y la horrible arepa flotante.
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