Transición
Nunca había sido una niña de andar por ahí con muñecos o peluches, pero a los trece años, en plena frontera de la adolescencia, le dio por cargar con un muñeco de bebé.
Larga, fea, desangelada, se negaba a aceptar que crecía.
Apenas ahora ha empezado a usar vestidos y cintas.
¡Lástima!, demasiado tarde, ni modo. La niñez se le ha escurrido y verla con ese muñeco de bebé no hace ninguna gracia.
Con suerte volverá a jugar con muñecas con sus hijas, si las tiene.
Por ahora es solo una jovencita ridícula y desfasada.
Comentarios