Antony and the Johnsons

Hay cosas que te persiguen.

Melodías, historias, canciones que entran en tu mente o en tus poros para causar una impresión profunda, duradera.

Este tipo, Antony Hegarty, y la música que hace con su banda es para mí una de esas cosas.

Lo escuché por primera vez en una publicidad televisiva de un perfume. Diez segundos de esa voz tristísima, imposible de descifrar. Hubiese jurado que salía de un hombre negro, o eso me imaginaba. Un hombre negro, gordo, y esa voz cálida e imprecisa de la cual no sabía nada más. No sabía quién cantaba ni cómo se llamaba la canción.

Después, hablando de temas duros, dos amigos de la Generación X lo nombran. ¡Tienen que escuchar esto! –dicen. Y yo lo apunto.

Ya casi no escucho música nueva. Ya casi no escucho música.

Cada vez me gusta más el silencio, pero meto en Google Antony and the Johnsons y me topo con esto: http://www.youtube.com/watch?v=loNU4fVpO8E

De más está decir que era la canción de la cuña de perfume.

De más está decir que la voz no era de un hombre negro.

De más está decir que no he podido dejar de escuchar, no solo esa, sino todas las canciones de este hombre. Gracias a Spotify he estado saciando mi sed todos los días.

Un poco menos de silencio tampoco cae mal de vez en cuando.

Y más aún cuando sientes que la música te puede acercar a un ser humano que no conoces de nada y sin embargo te da tanto porque sí. Cuando palpas que hay una necesidad vital en una canción.

Y sientes con certeza que la belleza como concepto guarda en su interior una masa monstruosa que se mueve en armonía.

* La foto es de la escultura Cupido y Psique de Antonio Canova, otra de esas cosas que se quedan dentro.

Comentarios

Entradas populares