A vuelapluma - Lustrado
Los implementos de mi papá para limpiar los zapatos no se tocan. Dentro del clóset, abajo, en la parte donde van los zapatos guarda una caja con betunes de varios colores, ceras, pañitos y cepillos que se usan dependiendo del zapato y de la etapa de limpieza. Jamás usa limpiadores líquidos.
Ni a mi hermana ni a mí nos dejan sacar la caja, pero cada dos semanas, en la mañana del sábado o del domingo, mi papá limpia y pule sus zapatos, y me invita a presenciar el ritual. Deja que yo alinee los zapatos como si fueran vagones de tren y uno a uno van pasando por las manos expertas de mi papá.
Primero les pone betún del color correspondiente. Entonces da miedo porque pareciera que se fueran a quedar opacos y feos para siempre, pero luego viene el turno del pañito más sucio y con un movimiento ágil, mi papá va quitando los excesos de betún y se puede ver cómo la piel va renaciendo poco a poco. Usa después el cepillo negro y para finalizar el blanco que tiene unos pelos largos y muy suaves.
A este punto mi papá cepilla los zapatos con energía, se esfuerza para sacarles brillo. Yo no entiendo el betún neutro, qué es eso de neutro, siempre pregunto, a mí me parece blanco, pero mi papá no tiene zapatos blancos, y él me dice que ese betún sirve para todos los zapatos, sin importar el color. Yo sigo sin entender, pero me doy por enterada.
No se nos permite experimentar ninguna etapa del proceso. Solo podemos mirar, y lo hago solo yo porque a mi hermana no le interesa. No le da curiosidad el misterio del olor aceitoso del betún, la transformación del zapato gastado al zapato lustroso, la maravilla de rejuvenecer a un viejo cansado.
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Lillian