A vuelapluma - La señora Rosa

En el colegio no hay nadie más temido ni más respetado que la señora Rosa. Ni la directora, ni la maestra Elizabeth, ni la maestra Carolina, ni la mismísima maestra Francia la sobrepasan. La señora Rosa, es la señora que limpia.

Mientras los niños estamos en los salones, la señora Rosa limpia los pasillos y los baños de los dos pisos del colegio. Nadie se da cuenta, pero basta que uno pida permiso para ir al baño en medio de una clase, para enterarse, para vivir el terror.

Los pasillos son de cemento pulido, hay que ponerles cera y pasarles pulidora para que queden brillantes como quedan, pero nunca he oído la pulidora. La señora Rosa debe tener algún misterio.

Ayer tuve que pedir permiso. Fui al baño y cuando pasé frente al bebedero, se me ocurrió tomar agua. Nunca había sido víctima de la señora Rosa, siempre pensé que eran exageraciones de los niños; pero cuando abrí el bebedero, el agua salpicó. Yo me asusté por reflejo, los cuentos de las haladas de oreja monumentales de la señora Rosa habían calado hondo, pero no había nadie alrededor cuando salí del baño… o al menos eso creía yo.

Oí el grito el mismo segundo que las gotas cayeron al piso. ¡Quién está mojando MI PISO! Allá, al otro extremo del pasillo se veía la sombra de la señora Rosa que venía subiendo las escaleras, con el pelo largo, larguísimo amarrado en una trenza que le llegaba hasta las nalgas. Mi única ventaja era la rapidez, así que salí corriendo hasta el salón antes de que me agarrara.

Pasé lo que quedaba de la clase aterrada, pensando si la señora Rosa me había visto, si estaría esperándome a la salida para arrancarme las orejas. Ayer me escapé.

Hoy es viernes y le dije a mi mamá que estaba enferma. No he ido al colegio, pero el lunes, el lunes tendré que enfrentarlo. ¿Me habrá visto? ¿Lo habrá adivinado con sus poderes? ¿Será por eso que la señora Rosa nunca deja la escoba?

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