Tiempo, tieeempooo, tiiiiiieeeeempoooooo

En Caracas el tiempo se mueve de una manera diferente. Es elástico, chicloso, transparente. La gente está acostumbrada a perder dos horas o más en colas, sin embargo no se resigna y opta por hacerle jugarretas al tiempo que en realidad no llevan a nada.

Existen varias estrategias para “ganar” tiempo. Una escena común es la de la diversificación. Entran dos personas en el automercado y una se va inmediatamente a hacer la cola, mientras la otra va buscando los artículos de la lista. Así podrán cumplir la misión en el menor tiempo posible… y con la menor diversión.

En el cine, no importa que sea el ciclo de cine francés del Centro Plaza y que los asistentes sean casi todas personas mayores y emperifolladas, si hay dos filas, cada persona se coloca en una de ellas. La primera persona que llega a la taquilla, compra las entradas. La ventaja de esto, para quienes estamos haciendo una sola cola, e incluso estamos conversando mientras esperamos, es que en realidad, la longitud de la fila era ficticia. Se va moviendo más rápido de lo esperado.

Si se va a comer a un restaurante, la cosa parece un trámite. La gente está tan harta de esperar, que no quiere esperar. No importa que no tengan nada mejor que hacer, hay que ir con prisa. No es un asunto de trabajo, no hay que llegar a tiempo a ninguna parte y sin embargo hay que hacerlo rápido.

El tema de los carros es asunto viejo. El hombrillo, las aceras, las mentadas de madre. Y ahora se suma, no sé si es que ya existía y había perdido la costumbre, la equidad auto-peatón. El peatón no solo tiene todas las de perder, sino que ni por la acera puede caminar.

No importa la hora a la que te levantes, si tienes tres hijos, dos trabajos, o seas ama de casa y te la pases trajinando en el hogar, el día no alcanza para nada. ¿Será que alguno de los huecos de la ciudad es realmente un agujero negro por donde se escapa el tiempo? ¿Será que hemos revivido a los hombres grises? ¿Será…? ¿Será…? ¿Será…?

Comentarios

Anónimo dijo…
Y ni hablar de los que corren duro hacia el andén porque ven al metro aproximarse. Corren duro y logran meterse al vagón dando empujones, satisfechos de haber ganado tiempo. Luego, llegan a casa a no hacer nada. A ver la tele o a aburrirse.
Un cálido abrazo para ti, estimada con-tertuliana.
Anónimo dijo…
Da mucho que pensar; en cada frase un interrogante.
Lillian

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