A vuelapluma
LA VENGANZA
Eso me dio mucha, mucha, mucha RABIA.
A veces mi hermana me saca de quicio.
Lo tengo decidido. Me voy a vengar.
Solo tengo que tener paciencia y esperar la oportunidad correcta.
Ojalá que cuando la oportunidad llegue no sea agua lo que haya en el vaso, sino algo pegajoso y que manche.
Veo venir la oportunidad. He dejado pasar unos días para que crea que se me olvidó, pero no se me ha olvidado.
Sigo los movimientos de mi hermana en la cocina. Estoy a punto de saborear la venganza, y en el impulso no me doy cuenta de que mi hermana le ha puesto un pitillo al vaso. Yo se lo empujo de todas maneras.
Cuando reacciono es demasiado tarde.
Mi hermana tiene el pitillo clavado en el cielo de la boca y le sale sangre y sangre y sangre y yo estoy segura de que se va a morir porque yo la maté con mi cochina venganza; así que antes de que se muera le pido -¡Perdóname, hermanita! Y ella sale corriendo al bañito de servicio, se saca el pitillo y sigue saliéndole sangre -¡Perdóname, perdóname, hermanita! ¡No le digas nada a mi mamá –le digo ahora que me doy cuenta que la sangre va parando y que como que no se va a morir.
Yo estoy detrás de ella llorando asustada y ella me mira por el espejo y sabe que una vez más ha ganado.
Mi venganza ha salido chueca y ella, otra vez, tiene todo el poder sobre mí.
Dentro de mí, una vocecita me pregunta si tendré que confesarle esto al cura.
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