Las niñas

En verdad, una de las cosas que más me molesta es esperar. Lo digo en serio.

Mi papá nunca tuvo que haberme transmitido eso. Curiosamente, llegar a tiempo termina pareciendo un mal hábito, una costumbre inadecuada. Nadie llega nunca a tiempo.

La solución lógica sería llegar tarde yo también. Pero esa solución, por muy lógica que parezca, no tiene el menor sentido para mí, la razón es muy sencilla: no tengo la capacidad de cumplirla.

Entonces me veo un viernes por la tarde, esperando como una idiota a mis amigas niñas. Porque todo el mundo sabe que las niñas llegan tarde, que las niñas pueden ir a hacerse la manicura y la pedicura y que esa excusa es totalmente válida cuando se trata de niñas que llegan tarde. Las niñas pueden hacer lo que les dé la gana.

Pero yo también soy una niña y, contra todos los sermones paternos, estoy sentada sola en una barra de un bar en Ludlow y Stanton esperando que las niñas aparezcan. Las niñas...

Han pasado 15 minutos. Llamo a mi casa. Le pregunto a Pedro cuánto tiempo debe esperar una sin sentirse demasiado idiota —en realidad ya me siento idiota, le digo. No he recibido ni siquiera un mensaje de texto que me explique qué pasa. Habíamos quedado a las 7.30. Le digo a Pedro que me voy cuando termine la cerveza o a las 8, lo que suceda primero.

En serio, odio esperar. Me pongo energúmena.

Alargo la cerveza. Miro a la gente de la barra alternar tragos de tequila con Guiness. Me imagino lo patética que debe ser mi imagen sentada en esta barra con esta Stella Artois a medio tomar y la cara de rabia.

A las 7:48 llama una de las niñas: un retraso en el tren, me dice. Le digo que estaba a punto de irme. No te vayas, llego ¡ya!

Le mando un mensaje de texto a la otra niña, le digo qué dónde anda, que estoy sola. Llega la niña que dijo que llegaba ya. Me invita una cerveza. Minutos después llama la otra niña, que viene el taxi. Le digo que yo soy responsable, que ella lo sabe, que voy a tomar a expensas de ellas esa noche, que mi tiempo vale.

Las descargo a las dos y al final para qué. Esas son mis amigas niñas.

Se me pasa la rabia y nos divertimos.

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