A vuelapluma – Piñatas

Tengo que admitirlo, las piñatas son un acto de salvajismo absoluto, pero a mí me gustan.

No importan donde sean, si son del colegio, de un hijo de una amiga de mi mamá o de la familia, siempre, siempre están los mismos personajes.

Primero, se entregan las bolsitas de piñata. Este paso siempre se hace con mucho desorden y a mí me da angustia porque siempre creo que las bolsitas se van a acabar antes de que lleguen a donde yo estoy.

Todas las piñatas empiezan con una mamá cargando un bebé, que por supuesto no puede agarrar el palo y la mamá haciendo como si el bebé le pegara a la piñata. ¡Dale, dale, dale! –grita la gente con más o menos entusiasmo. Foto. Estos primero palos de los niños pequeños son una verdadera pérdida de tiempo y solo sirven para que los más grandecitos nos pongamos más ansiosos.

Yo soy siempre la que le quiere dar durísimo y romper la piñata, pero no tengo fuerza suficiente. Mi hermana es la que le gustan los caramelos, así que ni modo, tiene que agarrar el palo y tratar de darle para que no digan que no hizo su parte, pero que agarra el palo como sin ganas, eso sí, la sonrisa de la foto siempre le queda bonita.

Lo peor es cuando te vendan los ojos. Como si no fuera suficientemente difícil darle a esa cosa que se mueve por los aires, encima te tapan los ojos y te dan indicaciones contradictorias que nadie entiende. Por eso, casi siempre, alguien sale con un golpe de palo de piñata.

El momento cumbre de la función es cuando sueltan al torito (siempre hay un torito) un niño bestia que es cuarto bate de Los criollitos y ha estado preparando toda su ira para terminar el espectáculo. Ese sí le da duro y todos los niños se esconden detrás de sus mamás porque se imaginan que si no es la piñata, los palos los podrían estar recibiendo ellos. Es un momento de mucho terror, pero trae sus recompensas. Al final, rompe la piñata con un palazo certero y los caramelos y los juguetitos y las serpentinas y los papelillos salen volando por todos lados.

Mi mamá nos recomienda siempre que acumulemos la mayor cantidad posible de caramelos entre las piernas y que ya luego vayamos guardando. Siempre está la mamá que cree que su hijo o hija es más o menos incapaz de pelear con las bestias de los otros niños y se meten ellas mismas a recogerle los caramelos a sus muchachitos… es un espectáculo más bien triste, porque claro, sus manos son más grandes y pueden agarrar más que la de los niños más pequeños que sí se la están jugando por un caramelo.

Si la piñata fue buena, una bolsita no es suficiente para guardar el botín. Tienes que pedir una bolsa de mercado para meter cuanta basura acumulaste entre las piernas, para que después llegue tu mamá y tire todos los muñequitos en la basura o los recicle para futuras piñatas.

Si tu mamá no se metió por ti y, por alguna razón, tuviste un mal día y apenas agarraste tres caramelos y estás llorando por ahí, te dan el cotillón, para que al menos te vayas menos triste porque no pudiste vencer en la batalla de la piñata. Pero esa es una lección que se aprende. ¡Para la próxima, ya verán!

Comentarios

Ramaenelaire dijo…
Pues si, es asi...

Yo llegue directo de Gringolandia a Falcon a la tierna edad de cuatro anos, completamente ignorante de este ritual.
En nuestra primera experiencia mi hermana (dos anos mayor que yo) y yo, nos limitamos a pararnos como unas mojigatas viendo a los ninos pelear por los caramelos y a decir: "excuse me, excuse me". Por supesto no nos cedieron paso y nos volteamos frustradas a ver a "Mame": "Mami, yo digo excuse me y no me dejan pasar". Alli fue cuando mi papa decidio criollizarnos y nos explico en criostiano como se "puya" la pinata con el palo, de su experiencia chilanga nos lego el canto: "dale, dale, dale, no pierdas el tino; porque si lo pierdes, eres un cochino" y finalmente nos explico que la unica ventaja de ser nina en pinata, es tener una falda bajo la cual barrer los dulces. Mi madre, siempre economica, nos daba los caramelos y guardaba los deformes soldaditos de plastico "para la pinata de ustedes". Y lo unico que no se nos podia olvidar, la unica leccion que no se nos perdonaba ignorar, era acercarnos con ojos de vaca a la mama anfitriona y pedir "un pedazo de torta pa' llevarle a la casa a mi papa"... Cumpleanos Feliz!!!!
Unknown dijo…
A mi me gustaban tanto las piñatas que ahora cuando llevo a Victoria a una no puedo evitar meterme!!! Es un impulso!!!!! Y lo peor es que a ella no le agrada mucho eso de que las chupetas casi le partan la cabeza...:)
Claudia Cazorla dijo…
Aja! con que eres una de esas mamas que se meten en las pi#atas!!! Ja, ja, que te puedo decir, tu tienes toda la pinta de que eras de las que les daba duro. Seguro te dejaban de ultima.

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