La grieta

Ella siempre había sido fuerte como una roca, toda su familia lo decía siempre.

Desde pequeña, cuando se rompió la columna al caerse de las escaleras y estuvo que estar dos meses en cama enyesada de pies a cabeza, nunca soltó ni una lagrima. Ni con su divorcio, ni al enterarse de que no podía tener hijos. Siempre fue una mujer perfecta que hacía que las cosas malas parecieran buenas de pronto.

El primer síntoma fue la media panty corrida. A las personas como ella, las medias jamás se le corren. Parecía que toda su ropa fuera hecha a medida. Así de preciso era el corte de su cuerpo. Y me consta que no era hecha a medida, la ropa, quiero decir. Ella podía hacer que una prenda de la peor manufactura luciera glamurosa, casi de diseñador, solo por llevarla en su cuerpo.

Siempre con la cantidad de maquillaje exacta, con la elección adecuada de vestuario, las palabras correctas.

Pero esa mañana notó algo raro en la frente. Ya no era tan joven, así que pensó que una arruga era lo más natural del mundo. La cubrió con maestría con varias capas de panqué translúcido.

Cuando llegó a la oficina algo había cambiado. No solo notó lo de la media corrida, sino que sus colegas se quedaban mirándola fijamente sin decir demasiadas palabras.

Una de las cosas que conlleva la perfección es la falta de amigos. A nadie le gusta estar al lado de gente que con su perfección agudiza las imperfecciones propias.

Por eso nadie le dijo que la grieta se había profundizado. No le dolía, de hecho, había olvidado completamente su existencia. Una arruga, se había dicho esa mañana. Y no hizo la conexión entre la extraña arruga y la manera en que sus compañeros la veían. Sabía que no era demasiada querida entre sus pares.

El resto del día en la oficina las cosas no parecían fluir con la facilidad de siempre.

Lo comprendió todo cuando se vio al espejo, segundos antes de la escisión final.

La grieta empezó a agrandarse. Al fin todas las cosas que llevaba por dentro habían logrado quebrarla, literalmente, hasta dejar de ella dos mitades limpias y, por supuesto, perfectas.

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