Love, love, love

No hay un mayor acto de fe que enamorarse. Cada día estoy más convencida.

Más aún si los enamorados son dos completos desconocidos.

Se conocen, se gustan, se intercambian teléfonos, direcciones de e-mail, tal vez dices la zona donde vives... y en esos pequeños detalles arriesgas ya la vida entera. Tal vez no se digan el apellido, pero sí a qué se dedican, qué les gusta hacer.

Se arriesgan porque piensan, este sí es, est vez sí, o simplemente, me cae bien, a ver qué pasa... esos instantes de ceguera. ¿Cuántas primeras citas? ¿Cuántos encuentros, que en sí mismos conllevan un riesgo tan enorme, que no llegarán a nada?

Enamorarse es un acto de fe, y es, además un milagro.

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