Catástrofe
Había visto a los perros jugando por el centro comercial; jugando, pensé yo al primer momento, pero luego se vió que algo pasaba, que sus dueños, un señor y un adolescente o podían controlarlos.
No les presté mucha atención, continué mi paseo.
El centro comercial era de esos altos, con varios pisos y paneles de vidrio que llevan a patios internos.
El perro más pequeñó, un collie enano, aun estab descontrolado cuando volví a cruzármelos. El chico trataba de sujetarlo, pero el animal se escurría como desesperado.
Al otro perro lo vi más adelante tratando de escapar de su captor. No corría, se mantenía simplemente con todo el peso de su cuerpo en el piso, pegado a la vitrina de una tienda. El dueño lo llamaba por las buenas, pero el perro no iba.
Finalmente el hombre quiso imponerse a la fuerza y el perro, en un intento por zafarse, cayó al vació por el hueco que quedaba en medio de los paneles de vidrio.
Se oyó un golpe seco y un grito rompió la superficialidad que normalmente pulula en los centros comerciales.
Sabía perfectamente lo que había pasado y no quería ver.
Me fui hacia la salida con los ojos cerrados, tanteando el camino hasta las escaleras, pegada a las tiendas como hace un rato había visto hacer al perro suicida.
En la puerta, una familia de cuatro miembros se ríe del incidente. A la chica mayor, de unos insoportables 16 años, le acababan de contar por MSM lo que había pasado, como si no estuviera ahí. Y ella le dice a los padres que, según el mensaje, el perro pegó contra varias cosas, que no murió al instante, pero que al final quedó hecho papilla.
La niña más pequeña y el padre se ríen "hecho papilla".
A mí todo esto me da ganas de vomitar ¿cómo se van a reír? quiero gritar, pero que estos seres sean unos inhumanos no es mi problema.
Cruzo la calle llorando, pensando ¿qué voy a hacer de mi vida? la especie humana es una mierda. Y luego una amiga se acerca, destrozada, igual que yo. También lo ha visto todo. Me abraza. Lloramos y nos abrazamos, nos aferramos a ese pedazo de humanidad que en ese momento tiene el mismo corazón.
No les presté mucha atención, continué mi paseo.
El centro comercial era de esos altos, con varios pisos y paneles de vidrio que llevan a patios internos.
El perro más pequeñó, un collie enano, aun estab descontrolado cuando volví a cruzármelos. El chico trataba de sujetarlo, pero el animal se escurría como desesperado.
Al otro perro lo vi más adelante tratando de escapar de su captor. No corría, se mantenía simplemente con todo el peso de su cuerpo en el piso, pegado a la vitrina de una tienda. El dueño lo llamaba por las buenas, pero el perro no iba.
Finalmente el hombre quiso imponerse a la fuerza y el perro, en un intento por zafarse, cayó al vació por el hueco que quedaba en medio de los paneles de vidrio.
Se oyó un golpe seco y un grito rompió la superficialidad que normalmente pulula en los centros comerciales.
Sabía perfectamente lo que había pasado y no quería ver.
Me fui hacia la salida con los ojos cerrados, tanteando el camino hasta las escaleras, pegada a las tiendas como hace un rato había visto hacer al perro suicida.
En la puerta, una familia de cuatro miembros se ríe del incidente. A la chica mayor, de unos insoportables 16 años, le acababan de contar por MSM lo que había pasado, como si no estuviera ahí. Y ella le dice a los padres que, según el mensaje, el perro pegó contra varias cosas, que no murió al instante, pero que al final quedó hecho papilla.
La niña más pequeña y el padre se ríen "hecho papilla".
A mí todo esto me da ganas de vomitar ¿cómo se van a reír? quiero gritar, pero que estos seres sean unos inhumanos no es mi problema.
Cruzo la calle llorando, pensando ¿qué voy a hacer de mi vida? la especie humana es una mierda. Y luego una amiga se acerca, destrozada, igual que yo. También lo ha visto todo. Me abraza. Lloramos y nos abrazamos, nos aferramos a ese pedazo de humanidad que en ese momento tiene el mismo corazón.
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