La feria
El chamo, de unos trece años, humilde y buenmocito, no se deja tomar la foto.
–Pero, ¿para qué quieres esa foto, pues? ¿Tú no eres un hombre? ¿Para qué quieres una foto de otro hombre? –le dice al desubicado fotógrafo.
–No vale, no seas tonto, que te la tome la jeva, pues –así, con esas palabras se lo dice como queriendo estar más a la altura de su potencial modelo.
–¿Cuál jeva?, le dice el chamo dudando, porque el ego, está haciendo que lo de la foto le llame la atención.
–Una que viene ahorita, le dice, equivocadamente, el fotógrafo desubicado.
–No seas tú tan güevon, chico –le dice el chamo mientras se va con su compinche a ver si consigue un refresquito de esos de los que están dando gratis.
–Pero, ¿para qué quieres esa foto, pues? ¿Tú no eres un hombre? ¿Para qué quieres una foto de otro hombre? –le dice al desubicado fotógrafo.
–No vale, no seas tonto, que te la tome la jeva, pues –así, con esas palabras se lo dice como queriendo estar más a la altura de su potencial modelo.
–¿Cuál jeva?, le dice el chamo dudando, porque el ego, está haciendo que lo de la foto le llame la atención.
–Una que viene ahorita, le dice, equivocadamente, el fotógrafo desubicado.
–No seas tú tan güevon, chico –le dice el chamo mientras se va con su compinche a ver si consigue un refresquito de esos de los que están dando gratis.
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