Miedo

¿A qué le tienes miedo? le preguntó el tipo a la niña de la faldita. Ella sabía perfectamente por dónde iba la pregunta, pero no era ella quien iba a entrar en terrenos escabrosos. A las arañas, le respondió. Uff, les tengo pavor, no las soporto, me dejan paralizada, no sé qué hacer cuando se me atraviesa una, respondió. ¿En serio?, dijo el tipo, a mí también me aterran, es culpa de mi mamá. Y ahí quedó el miedo, el otro miedo, a lo otro, a la oscuridad, a la luz, al vacío, a la plenitud. ¿Y después? después se hizo tarde.

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El tipo la está mirando y mirando. Ella es una mujer adulta y fue ahí a verlo. Se han cruzado pocas palabras, pero en las noches ella piensa en él, el tipo le gusta, le gusta mucho. De él, no sabemos. No sabemos si piensa en ella en las noches o a cualquier hora del día. Circulan por los mismos ambientes, se ven aquí y allá, tienen amigos en común. Ella siente que los dos tiemblan cuando se ven, que se ponen nerviosos, que olvidan las convenciones y no saben cómo comportarse. Le da rabia. Él sale con otra. Ella lo olvida, lo ha olvidado, dice, pero no es cierto. Él se va a despedir, le dice que si le puede dar un beso, ella le dice que sí, él va directo a sus labios, ella voltea el rostro como una adolescente y el beso se queda ahí, suspendido, confundido por unos segundos y finalmente muere. ¿Por qué hiciste eso?, le pregunta la amiga que tiene al lado. No sé, me dio miedo, responde.

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Me da miedo empezar de nuevo, ya sabes, todo el asunto del dinero, uno no sabe... no sabemos, le dijo él. A mí, dijo ella, me da miedo quedarme aquí por más tiempo, no empezar de una vez. No se le puede tener miedo a algo que es pura expectativa. Hay que empezar, a ver qué pasa. Puede salir bien o puede salir mal, ese es un riesgo que tendremos que correr.

Comentarios

Anónimo dijo…
Muy bueno, Claudia.

Saludos y buena suerte
Lillian
MIguel S. dijo…
Aca en Seattle gozando el cuentecito...

Te saluda
Shapi

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