El año cero

Por Matusalén Gómez

A final de año muchos de nosotros detenemos por un momento el tiempo e intentamos analizar las metas que hemos logrado y las intenciones u objetivos para el año por venir.
Por ejemplo recuerdo que el año 2007, me había propuesto aprender algo de italiano (que un amigo napolitano me dice que parlo, pero io se que no parlo niente), también pensé en escribir un relato largo con ínfulas de escribidor y tuve el deseo de viajar a Nueva York. Pues reconozco públicamente y a través de este escrito que nada, no logré realizar nada de lo propuesto. Por ello, este año 2009, no me llené de ilusiones y me dije que como viniera el año así iría yendo.
Pero llegué a esta conclusión por algunas razones. Después de 2008, un año vivido mes por mes con la incertidumbre diaria de qué ocurrirá o qué se le ocurrirá al predestinado por la providencia, me dejé de vainas y me dije: ¿Hacer proyectos en este país?, ¿planificar en este país?, ¿poner a funcionar el cacumen o lo que me queda de él después de la caída de la escalera con aterrizaje directo de mi cabeza contra el pavimento el 24 de diciembre? Hombre, para qué.
Por ello declaro, con el respeto que me merece la cultura china, que 2009 es EL AÑO DEL CERO, porque si el pueblo venezolano no sale de una vez por todas del CERO, que ha heredado, despidámonos de sueños, de ilusiones de proyectos y decisiones propias, ya que lo que tendremos que aprender es a cuadrarnos al toque de diana a las cuatro de la madrugada, y levantarnos del catre que sin almohada nos ha sido destinado como lugar para dormir.
Imagínese qué mente puede imaginar un mundo amplio y en expansión si lo que tendrá, después de haber medio dormido ya que la reeducación lo tuvo hasta las 12 de la noche viendo al camarada Mao, es ir a hacer trabajo voluntario a las riberas del Guaire, donde se ha refundado la catarata del Waraira Repano y nos toca recoger con nuestra respectiva bolsa roja los desechos que deberán ser reciclados.
La mente bloqueda, el estomago pegado a la espalda y el grito de “intelectual trabaja”, del comisario designado por el Comité de Vigilancia. A lo mejor en un momento de luz muy fugaz recordemos al ruso Solzhenitsyn, autor del Archipielago Gulag o al cubano Oscar Elias Biscet.
Estas reflexiones quizás sean producto de lo atento que he estado desde finales de 2008 a la falta de reacción de la gente ante el incierto futuro y es que quizás, como escribe Luis Vicente León, el estado supremo ofrezca a todo venezolano que se abstenga de pensar un pasaje directo a Río de Janeiro, para que disfrute en vivo y en directo de los carnavales y de sus famosas garotas. Como diría mi mama. "¡AH, MUNDO!”.

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