Starbucks

Lluvia

Dos niños, ella de unos 13 años, él como de 14, como mucho. En realidad son tres, pero la tercera no cuenta. Entra y sale, quiere hacer de cupido, pero los otros dos no se atreven a nada. Se ríen. Ella se está yendo desde que llegó. Tiene que irse a su casa. Una niña apenas, pero ya tiene las características de una jovencita coqueta, se toca el pelo que lleva mojado. Ha estado lloviendo todo el día y así es la gente aquí, se moja, no le importa, no es de azúcar. Aunque ciertamente a los 13 años yo tampoco lo era.


Ellos están sentados juntos. Ella realmente se tiene que ir, dice, pero no se va. Mi papá me va a matar si no llego a tiempo. Y le pregunta a él ¿Quieres verle la cara a mi papá cuando llegue tarde? y él le dice que no va a estar ahí para verle la cara.

Se levantan, ella es alta y flaquita, casi del mismo tamaño que él. La tercera es más bajita y más gordita y tiene —lástima— acné juvenil.


Acaba de sentarse un neurótico a mi lado, en la mesa donde estaban los niños. Acelerado, el tipo tiembla. Trae unos headshots en la mano, no son suyos, quiero decir las fotos no son suyas, no es él el retratado. Es una tipa.


Hace ruidos de cucaracha con un montón de papeles, se come un sándwich envuelto en papel de aluminio. Mete la foto en un sobre de Fedex. Los gringos en su afán de simplificar el idioma y todo lo demás, dicen: I’ll fedex this to you, Ya no lo envían por Fedex, sino que lo “fedexean”, ellos no sacan copias, “xeroxean” las cosas: Can you xerox this for me?


El tipo cucaracha ya se zampó el sándwich, todavía masticando el último pedazo se levanta. Con el pie izquierdo tropieza el paraguas que había dejado abierto en el suelo. No se cae, pero tropieza. Debe estar acostumbrado, un neurótico acelerado y torpe. Cierra el paraguas como puede, lo deja ahí tirado, como huérfano y tira en la basura los papeles ruidosos. Un paraguas barato, como miles en la ciudad. Sobre la mesa están los sobres de Fedex, el tipo se fue al baño y dejó sus cosas aquí.


Recién ahora cuando vuelve le medio veo la cara. Ni viejo ni joven, menos neurótico ahora se quita la chaqueta de cuero. A lo mejor solo tenía hambre. Hay bastante ruido aquí. La cucaracha, despacha el segundo sándwich con la misma voracidad que el primero.


Justo en frente de mí hay otro tipo, mi espejo. Escribe en una libreta parecida a la mía. Quizás las mismas cosas que ya yo he escrito o yo estaré escribiendo exactamente lo mismo que él, pero en negativo. Yo no llevo un I-pod, él sí.


Dejamos de escribir a ratos los dos, vemos al vacío, buscamos palabras, exploramos sentimientos. Ya se va, así que no debemos estar escribiendo lo mismo, no somos reflejos. Me he quedado sin espejo. Hora de irse.


No levanto la cabeza, no quiero ver. Hoy aquí hay miles de fantasmas al alcance de la mano. Solo hay que agarrar uno y halarle el pelo o los pies y ya le oirás los cuentos. Yo solo escribo. Levanto la cabeza y no conozco a ninguno de los fantasmas de allá afuera. Ninguno es mío, no los reconozco, así que puedo ponerme a bailar con ellos ¿Quién canta?

Comentarios

Anónimo dijo…
Que bueno es leerte, es saber de alguna manera como van transcurriendo tus días, perfecto para aquellos que estamos lejos.
Es bueno saber que sigues siendo tan tú...
Besos,
MaryDíaz

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