NY Nostalgie


A veces la gente me pregunta si echo de menos Nueva York, si me adapto a Madrid, si me gusta, o si no preferiría estar con mi familia en Caracas. Por eso me ha dado por pensar en mi relación con estas ciudades y lo que significan para mí.

Caracas, por supuesto siempre será el hogar materno, el lugar al que pertenezco lo quiera o no. Un hogar del que huí porque me asfixiaba, porque me impedía respirar. Un hogar que me duele, que me causa impotencia y al que no quisiera regresar; pero ya lo sé… uno nunca sabe. Y a la vez es el Ávila, esa montaña que uno no se cansa de ver y recordar, el norte de los caraqueños. Caracas es la lluvia de verdad, fuerte, olorosa. Caracas son los loros que se suben a los árboles y los zamuros que se extienden las alas en las antenas. Caracas es la niñez y la universidad y los amigos. Ojalá pudiera verla con estos mismos ojos cuando estoy ahí.

Ver imágenes de NY me causa melancolía. Y mira que hay imágenes de NY por todas partes. Ver fotos de mis amigos en momentos que solíamos compartir me da nostalgia. La NY que me arruga el estómago no tiene nada que ver con los rascacielos ni con las calles congestionadas, sino con el andén del tren que tomaba todos los días para ir al trabajo, con la calle por la que andaba para llegar a casa, con la imagen romántica del Central Park nevado, y sobre todo, con los amigos. Con las parejas que se unen, con las que se separan, con los niños que crecen y los que nacen sin que yo los conozca. Eso no me gusta. Pensar en la idea de pasear por las muy conocidas calles como una figura ausente me causa cierto desasosiego. Tanto, que no sé siquiera si tengo ganas de ir.

Es como encontrarse con alguien al que amaste, pero que te dejó con el alma un poco destrozada. Yo ya te he olvidado NY, pero es imposible que no te recuerde. Eso, creo que es la nostalgia. Y cuando veo las noticias de las nevadas terribles, me siento enormemente afortunada por vivir en una ciudad con un invierno tan benévolo, y a la vez extraño la nieve y me hubiese gustado ver el parque de mi barrio nevado e impenetrable.

Mi imagen de la NY de hace tres años ya está gastada. No reconocer la ciudad me causa ya mismo un poco de desasosiego. Ni yo, ni la ciudad ni la relación entre ambas es lo que solía ser. Así que no pienso en ello. Ya me tocará cuando me dejen ir a buscar las cosas que quedan. Los pedacitos de la vida que quedó ahí y que ahora están guardados en un almacén de Long Island City.

Mientras tanto aprendo a querer a Madrid. Una ciudad rugosa con una luz fenomenal y un clima bueno, aunque sus habitantes piensen que el clima es fatal.

Menos mal que la vida da muchas vueltas.

La foto es de Mariné Pérez. Y esa es la estación donde solía tomar el tren.

Comentarios

Entradas populares