Historias que se repiten... o un final no muy feliz


Por Matusalén Gómez

II parte

Justo a las 2:10, estaba yo con mi laptop bajo el brazo en la oficina del servicio técnico. La chica con la misma sonrisa de la mañana, pero que me pareció esta vez un poquito sesgada, me miró y me preguntó: ¿Qué desea?

Caramba, en menos de 6 horas pasé de ser el cliente satisfecho al cliente indeseable. Además me sentía como si mi estatura de 1,72 se hubiese reducido a 1,65. Pero nada, fui directo al asunto y le expuse la situación preguntándole por Wilmer, el técnico.

Espere un momento, contestó, bajó del banco alto en que estaba y con un meneo de caderas que consideré innecesario, penetró por una pequeña puerta y al rato se presentó con Wilmer.

Por tercera vez le explique la situación.

Él asintió y me dijo: ¡Le juro que allí está su SIN TITULO!, y tomó la portátil, se movió a la derecha del escritorio, la encendió y le vi mover los dedos muy rápidos buscando el consabido archivo.

Se volteó hacia mí y me dijo: ¡No está!

Carambolas. Yo casi sin palabras le respondí ¿Cómo que no esta? Giró, ahora hacia la niña del movimiento de caderas, y le ordenó: ¡reciba este equipo para una inspección!

Con la misma velocidad vi desaparecer a Wilmer con la máquina y sin palabras tomé un papel de las manos de la chica que ya sin sonrisa me extendió, diciéndome que llamara en 24 horas.

¡Oh, sabia naturaleza que me diste el poder de los oprimidos!, porque bajé la cabeza y salí, no sé si molesto o exaltado. Pero ni modo... sólo sé que pasé la tarde acordándome de la experiencia de mi amiga Tertuliana. Impotente, pero como creyente, le pedía casi en un rezo continuo a Santo Tomás de Aquino (patrono de los Imposibles), que me concediese el milagro y apareciese el SIN TITULO.

Iba más allá diciéndome ¡Mea culpa!, eso me pasó por haberlo titulado tres veces y terminar dudando y colocándole SIN TITULO.

Transcurridas las 24 horas llamé al Servicio del Sistema y pregunté por mi portátil y nuevamente se me informó que podía pasar por ella... pero con una coletilla: el Sr. Wilmer quería hablar conmigo. Será para disculparse, pensé, así que poniendo mi mente en positivo salí disparado. Al llegar al sitio me encontré con la habitual niña, quien al verme y respondiendo a mis buenas tardes, me dijo que esperara un momento.

Tres minutos transcurrieron y apareció Wilmer quien sin preámbulos, me dijo: Señor Matusalén, por defecto del pen (que se había contagiado con un virus) su SIN TITULO, fue borrado... y prosiguió, pero la empresa está dispuesto a reconocerle Bs. 100 por el daño causado.

¿Qué debía hacer ante tal situación? o sea, que por la infinita bondad de un descuido de quién sabe quién mi SIN TITULO, había desaparecido, lo habían borrado de la faz de la tierra y se me daban Bs. 100 como reconocimiento al daño causado... se me ofrecia menos que a Tertuliana. Cosas veredes Sancho.

En fin, ya el globo estaba desinflado, tomando mi laptop colocándola debajo de mi brazo, sin hablar, porque no tenía palabras, arrastré mi humanidad hacia mi carro y silenciosamente me fui a la casa, pensando en qué parábola debía sujetarme para justificar mi pérdida.

Y tan solo me sentía que sólo me quedó escribirles este relato, lo cual, no niego, me sirvió de catarsis y de despedida para mi apreciado SIN TITULO.

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