Historias que se repiten... o un final no muy feliz

Por Matusalén Gómez

A raíz de los constantes y continuos viajes de Tertuliana he aprendido algunas cosas, como siempre ocurre, algunas son buenas y otras no tanto y aquí viene la coincidencia de esas historias que se repiten.

Había estado algún tiempo sin escribir, y el hecho es que decidí un buen día que le había llegado la hora a mi vieja computadora y que debía adquirir una portátil. Así que cuando llegó la nueva maquinita retomé el viejo vicio de volcar al Word mis vivencias.

Pero algo no estaba funcionando bien ya que la bendita laptop, traía el sistema operativo Vista, el cual, reconozco mi ignorancia, distaba mucho de mi viejo XP; pero terco como siempre me dije: ¡Bill Gates no me vencerá! y dale que dale al bendito Vista algo logré, pues tenía muy avanzado un relato de 31 páginas, que, por supuesto, le enviaría a Tertuliana para su debida corrección. Por ello lo tenía en un archivo protegido.

Pero como mal animal se me metió en la cabeza la loquera de mandar a instalar XP; y con la debida seriedad del caso le pedí al instalador que debía tener extremo cuidado en respaldar ese documento. Casi logré que me firmara un oficio que dijera más o menos así: Yo, instalador del sistema operativo XP, me obligo a garantizarle a Matusalén Gómez, etc., etc.

Así que nada, yo confiado dejé en las manos del buen hombre mi relato. Aquella noche soñé con el caso que le había ocurrido a Tertuliana con el cambio de su disco duro y me sumí en una pesadilla de la cual desperté sobresaltado, ya que en alguna parte del mal sueño, me encontraba reclamando a todos los niveles la pérdida del archivo... mientras se sumaban risas burlonas y nubes repletas de dólares a las que debía acceder una vez que cumpliese un recorrido que se convertía en un laberinto al estilo de Harry Potter en El cáliz de fuego.

Así amaneció aquel día y justo a las 9 de la mañana llamé al servicio técnico para preguntar sobre mi máquina, si la podía retirar. La chica del teléfono me respondió afirmativamente, así que esa misma mañana me dirigí a sus oficinas e identificándome pedí que me entregaran el equipo, lo cual prontamente se hizo, no sin antes cancelar el servicio.

Pregunté a la chica si podía probar el equipo, a lo cual contestó que sí y más rápido que decirlo encendí la portátil y allí estaba con su XP, tal como lo había pedido. Con una sonrisa de oreja a oreja, salí hacia mi casa y me dije: "mientras el microndas calienta la comida aprovecharé para teclear un poquito. Al hecho, encendí la portátil que rauda respondió y, como por milagro del touchpad, se dirigió a mis documentos.

Di un pequeño toquecito para abrir el archivo y ¡oh, sorpresa! no vi el relato al que le había colocado un encabezamiento que decía SIN TITULO. ¡Carajo!, se me atragantó el poquito de sangría que había tomado.

Buscaba y buscaba, pero nada. Ya para evitar una embolia, cerré la tapa y me dije: Calma Matusalén, en la tarde vas a tener una respuesta y para darme ánimo, sumé la frase: “ellos saben lo que hacen”. Y es que en mi presencia Wilmer, el experto en estas ciencias, introdujo el pen driver y mirándome fijo a los ojos, pero sin decir palabra, me enviaba un mensaje que decía: Está viendo ya está guardado su bendito SIN TITULO.


CONTINUARÁ...


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