Una mujer
Su mirada infantil era cruel. Su sonrisa daba un poco de miedo.
Una persona cambiante. La vez anterior daba la impresión de ser una especie de animalito indefenso, herido. Con los ojos tristes, tan flaquita y blanca y frágil.
Ahora fresca, natural, hermosa y terrible descifraba los secretos jugosos de nuestras mentes con una expresión atemporal, como si fuera capaz de acceder a lugares que a los demás nos estaban vedados.
Sus ojillos de bruja brillaban mientras te invitaba a recrear mejor la idea. ¡Vamos! Y movía la cabeza de arriba a abajo en movimientos cortos, casi espasmódicos sin distraerse de sus galletas. La luz de las velas la iluminaba apenas.
Tan capaz de soltarte un ¿eso es chocolate?, ¿me das? como un ¿y no te da vergüenza tener los pies tan grandes?
Una niñita mala, eso es lo que parecía esa vez. Una niñita mala muy antigua.
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