A vuelapluma

Palito mantequillero

Para jugar al palito mantequillero solo hace falta un objeto y dos personas o más. Una persona esconde el objeto (que es el palito mantequillero) y los demás tienen que buscarlo.
¡Caliente! ¡Tibio¡ ¡Frío! Debe ir diciendo el que escondió el palito.

Y aunque empiecen todos dispersos, poco a poco, los chiquillos se van acercando al calor. ¡Caliente, caliente! ¡Casi te quemas!

Y la certeza de la proximidad crea un entusiasmo compartido que es como las burbujas en el agua cuando hierve.

De ahí en adelante hay que afinar la intuición. Ponerse en los ojos de quien escondió el objeto, o ser el palito; imaginarte calladito y encogido en el sitio más recóndito.

Tienes que fijarte bien: si el palito lo escondió alguien alto, tienes que buscar por encima de los marcos de los cuadros, por las paredes, sobre los armarios; si lo escondió un bajito concéntrate debajo de los muebles o de las alfombras. Detrás de las puertas o entre los cojines de los muebles, lo esconden los de estatura mediana.

Yo soy la reina del palito mantequillero, pero una vez que lo descubro y me toca a mí esconderlo, nadie puede encontrarlo y los niños se aburren y ya no quieren jugar a eso.

Y es que desde mi perspectiva, solo yo veo el sitio donde lo he escondido, tan caliente caliente que quema.

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