Los de la cola
La cola para pagar era larga y fastidiosa. Había que admitir que al menos era un día menos caluroso que los últimos. Normalmente en estos casos, cuando sé que voy a tener que enfrentarme a una de estas colas, llevo un libro conmigo, pero esta vez, no sé si porque salí apurada o porque creí que la espera no sería tan larga, salí sin nada qué leer.
Noté al tipo desde que entré, hablaba por teléfono, pero parecía estar esperando algo, o a alguien. Tomé mi puesto en la fila y el alguien no tardó en llegar. Era una mujer un tanto extraña.
Pude escuchar que tenían mucho tiempo que no se veían, sin embargo me pareció fuera de lugar que dos personas se reencontraran en una cola. Podía notar que este no había sido un encuentro casual, habían quedado para verse ahí. ¿Por qué ahí y no en ninguna otra parte? ¿Por qué no tomarse un café?
Sólo había una persona entre la mentada pareja y yo. Una mujer embarazada que al poco rato me dijo que se iba a ir a sentar y que si me importaba guardarle el puesto. No me importó.
Ambos parecían más o menos contemporáneos, él parecía aterrado. Era obvio que algo había en esta pareja. Sonreían, hablaban de tonterías, que si no hay agua en Caracas, que si hoy no hace tanto calor; de tanto en tanto, él trataba de comunicarse por teléfono con su hijo para que recogiera agua... A pesar de la trivialidad de la conversación podía sentirse, desde donde yo estaba, cierta tensión, cierto nerviosismo. En algún momento sus manos se rozaron por error y ella retiró la suya como si el solo contacto con él la quemara.
La situación era demasiado banal para dos personas que no se habían visto en años, era forzada. Habían decidido verse en un lugar público para no llamar la atención, él tenía un hijo con el que habló por teléfono, así que tal vez era casado, ella llevaba una alianza, él no.
Me distraje un momento con las chicas que estaban delante de mí, un par de adolescentes tontitas y exageradamente maquilladas y vestidas que cantaban canciones de no sé quien.
Volví a mi parejita, ¿qué se traerían entre manos? Esperaba que dijeran algo que los incriminara, pero no lo hicieron. Sin embargo podría jurar que había algo más fuerte quizá que ellos mismos, algo de lo que ni ellos podían escapar y que los había obligado a verse, en contra de su propia voluntad, a pesar de saber que no debían.
O tal vez no había nada y eran solo dos amigos que se encontraron por casualidad y mi mente de escritora mezclada con el ocio de la cola convirtió a estos dos seres anónimos en personajes de una historia irrelevante, como tantas otras.
Noté al tipo desde que entré, hablaba por teléfono, pero parecía estar esperando algo, o a alguien. Tomé mi puesto en la fila y el alguien no tardó en llegar. Era una mujer un tanto extraña.
Pude escuchar que tenían mucho tiempo que no se veían, sin embargo me pareció fuera de lugar que dos personas se reencontraran en una cola. Podía notar que este no había sido un encuentro casual, habían quedado para verse ahí. ¿Por qué ahí y no en ninguna otra parte? ¿Por qué no tomarse un café?
Sólo había una persona entre la mentada pareja y yo. Una mujer embarazada que al poco rato me dijo que se iba a ir a sentar y que si me importaba guardarle el puesto. No me importó.
Ambos parecían más o menos contemporáneos, él parecía aterrado. Era obvio que algo había en esta pareja. Sonreían, hablaban de tonterías, que si no hay agua en Caracas, que si hoy no hace tanto calor; de tanto en tanto, él trataba de comunicarse por teléfono con su hijo para que recogiera agua... A pesar de la trivialidad de la conversación podía sentirse, desde donde yo estaba, cierta tensión, cierto nerviosismo. En algún momento sus manos se rozaron por error y ella retiró la suya como si el solo contacto con él la quemara.
La situación era demasiado banal para dos personas que no se habían visto en años, era forzada. Habían decidido verse en un lugar público para no llamar la atención, él tenía un hijo con el que habló por teléfono, así que tal vez era casado, ella llevaba una alianza, él no.
Me distraje un momento con las chicas que estaban delante de mí, un par de adolescentes tontitas y exageradamente maquilladas y vestidas que cantaban canciones de no sé quien.
Volví a mi parejita, ¿qué se traerían entre manos? Esperaba que dijeran algo que los incriminara, pero no lo hicieron. Sin embargo podría jurar que había algo más fuerte quizá que ellos mismos, algo de lo que ni ellos podían escapar y que los había obligado a verse, en contra de su propia voluntad, a pesar de saber que no debían.
O tal vez no había nada y eran solo dos amigos que se encontraron por casualidad y mi mente de escritora mezclada con el ocio de la cola convirtió a estos dos seres anónimos en personajes de una historia irrelevante, como tantas otras.
Comentarios