Libertad... según para quién
El 25 de octubre de 2009, Javier Marías en su columna del El País Semanal publicó un artículo con repecto a la Ley antitabaco española titulado El gubernal desprecio por la libertad: http://javiermarias.es/wordpressblog/index.php/2009/10/25/la-zona-fantasma-25-de-octubre-de-2009-el-gubernamental-desprecio-por-la-libertad/
Quienes me conocen, y quienes leen mi blog saben que respeto y admiro enormemente a Javier Marías, pero ¿qué pasa cuando una mente brillante como la suya usa argumentos válidos y bien estructurados para defender un absurdo?, ¿cuando se politiza y se tergiversa lo fundamental de un problema de salud pública en pro de un sector de la población al cual se pertenece?
Según el artículo, el Gobierno español al propulsar la ley antitabaco de 2010 (http://www.larazon.es/noticia/tabaco-una-ley-mas-dura-para-evitar-50-000-muertes-al-ano), y su antecedente de años atrás, está jugando con la libertad de los españoles, con su derecho a elegir y, por tanto con la democracia.
No voy a hacer un desglose del artículo, ahí está, lo pueden leer cuando quieran y opinar sobre él, lo que sí voy a hacer, porque me afecta y porque lo vivo día a día, es plasmar aquí cómo veo el problema y cómo creo que lo perciben los fumadores.
El otro punto de vista
Al discutir este tema con fumadores, todos parecen ver un solo lado de la tostada, el suyo. Su derecho a fumar donde les apetezca. -Nos quieren mandar a fumar fuera como leprosos –aducen-, nos excluyen.
Pero, ¿dónde queda mi derecho como no fumadora a no percibir el humo de segunda mano que ellos emanan? En ese derecho no parecen pensar.
Quienes no fumamos estamos obligados (no es algo que elegimos) a salir de copas y llegar con la ropa y la piel apestando a cigarro. Enferma pensar cómo quedarán los órganos que por más que se empeñen en decir que no, se ven afectados.
Más allá de que el olor sea molesto, más allá de que las estadísticas sean manipuladas y que en lugar de morir 50.000 personas al año mueriera una, más allá de que el dióxido de carbono de los carros contamine más que el humo del cigarrillo, los fumadores parecen no darse cuenta de que los no fumadores también tenemos el derecho a respirar un aire sin humo de tabaco.
Y yo hablo por mí, pero ¿qué pasa con quienes trabajan en la industria hostelera y de restauración que tienen que estar expuestos a esos ambientes cada día? Ellos tampoco tienen derecho.
Aunque sea un asunto de salud pública, quienes defienden el uso del tabaco en lugares cerrados lo ven de esta manera... si nunca antes se habían quejado, ¿se van a venir a quejar ahora?
La libertad del dueño del bar
En la primera etapa, la ley antitabaco en España obligó a que los restaurantes de más de cien metros cuadrados delimitaran claramente áreas de fumadores y de no fumadores. Los dueños de locales más pequeños debieron decidir si se fumaba o no se fumaba en sus negocios. Los fumadores satanizaron la medida. Yo no estaba en Madrid para entonces, pero puedo imaginarme la que se habrá armado... ahora parece que a los fumadores les preocupa enormemente el dinero que les costó a los restauradores redistribuir las mesas o levantar una pared para tener dos ambientes separados.
Desde mi punto de vista la medida fue cobarde por parte del Gobierno. Es obvio que una ley antitabaco es una ley antipopular, pero quienes mandan tienen que hacer lo posible por lograr el bienestar de las personas a quines representa. Y hablo del bienestar, no de la alegría.
Yo vivía en Nueva York cuando se tomó la medida de prohibición de fumar en los bares, restaurantes y locales nocturnos cerrados. La gente pensó que los establecimientos se irían a la quiebra. Que la gente pasaría los puentes hacia New Jersey e inundaría los bares del estado jardín dejando los de Manhattan desolados. Eso, obviamente no pasó. La gente simplemente se acostumbró. Quizá, alguno ha dejado de fumar, no conozco a ninguno, pero lo que sí es un hecho es que los bares no quebraron y la gente no se fue masivamente de copas al estado vecino.
Los fumadores pudieron ver la diferencia, lograron sobreponerse al deseo de beberse una cerveza con humo y aceptaron fumar cuando quisieran, cuantos pitillos les apeteciera afuera, socializando con los demás fumadores. Es decir, se dieron cuenta de que no era tan grave.
Un asunto de salud pública
Según el artículo de Marías, la principal razón por la cual se endurecería la ley antitabaco es que España debe seguir el ejemplo de sus países vecinos. Aquí debo decir que estoy de acuerdo en que si esa es la explicación, no lo va a entender, ni querer acatar, absolutamente nadie.
Las razones son, o deberían ser, de salud pública y de convivencia.
Para que los vecinos no pusieran música a volumenes estruendosos todas las noches hubo que crear una regulación que les restringiera "su derecho, su libertad" a poner música alta. Por el bien común, las cosas hay que reglamentarlas.
Lo del humo del cigarrillo es igual, pero además se le suma el hecho que el humo del tabaco no solo es molesto, sino que es nocivo, es mortal.
Nadie le está impidiendo a nadie que fume, se está reglamentando su uso en los lugares cerrados y públicos por el bien común.
De toda la vida
Según quienes defenden el derecho a fumar en los bares la premisa es tan simple como tonta. –Pero si siempre ha sido así, ¿por qué cambiar ahora? –dicen. Pareciera que el humo del cigarrillo fuera inherente a los bares, es decir, que sin humo no podría existir el concepto mismo de bar (por bar me refiero también a restaurantes, discotecas y establecimientos de esparcimiento en general).
Hasta hace pocos años la preocupación oficial por el tabaquismo no existía. Pero resulta que les cuesta más pagar por las enfermedades derivadas del uso del cigarrillo que hacer campaña antitabaco. Yo no quiero decir que los gobiernos sean santos, pero ahora se saben cosas que antes no se sabían y sería irresponsable no tomar medidas para evitar más muertes.
Por ejemplo, hasta los años 80 no se consideraba el uso del condón imprescindible para tener relaciones sexuales saludables... ¡Pero si se ha hecho sin él toda la vida, vamos! Pero desde el surgimiento del VIH y del SIDA, las cosas han cambiado. Y la gente para bien o para mal ha tenido que acomodarse a los nuevos tiempos.
Lo mismo pasa con el cigarrillo. Las cosas han cambiado, la gente debe cambiar.
Libertad
Fumadores, la libertad del fumador existe tanto como la del no fumador. Yo quiero ir a un sitio a beberme algo y regresar a casa sin oler a tabaco. Si nos ponemos tan dramáticos como ustedes podríamos ir por ahí diciendo: Yo no fumo, sea por las razones que sea: por salud o porque no me causa placer. ¿Por qué me obligan a hacerlo?
En el concierto de Sabina en el Palacio de los Deportes, un sitio expresamente sin humo, como lo anuncian TODOS los carteles, en todos los pisos, alguien encendió un pitillo. La gente que estaba a su alrededor armó un lío tal que los de seguridad vinieron y sacaron a la persona que estaba fumando. Su violación molesta y crea además una reacción en cadena, (si él fuma, por qué yo no) y así un espacio sin humo se convierte en un cenicero por un problema de educación. La Sala Galileo Galiley es otro espacio "sin humo" en el que he visto hacer la vista gorda a muchos fumadores. Es como si no pudieran contenerse por un par de horas...
Por eso las medias tintas no sirven. Las medidas que ahora suenan muy duras en algunos años las agradeceremos. Como cuando éramos niños y nuestros padres nos obligaban a hacer algo o no nos dejaban ir a algún sitio. Lo hacen por nuestro bien, solo que no lo comprendemos en este momento.
No es que este Gobierno sea un buen padre, no soy quién para juzgarlo de todas maneras, no digo que no haya intereses nefastos detrás de las medidas que toman, ni ignoro que la mayoría son bastante hipócritas, pero ¿será posible dejar de ver las implicaciones políticas del tema y centrarse en las básicas?
Una cosa es cierta, las libertades hay que ganárselas. Si los fumadores fueran más concientes, quizá la medida no se hubiera endurecido. No se trata de que la gente no hiciera lo que el Gobierno quería que hiciera, es que no hizo lo que se esperaba. El quid en este caso es la educación.
De algo hay que morir
Sí, quienes fuman lo tienen claro, no vamos a vivir para siempre. Yo también, si solo hace falta leer lo que escribo para saber que yo conciencia de la muerte tengo, y del azar y de que lo único que hace falta para morirse es estar vivo, seas un fumador compulsivo o una persona que no ha fumado, ni respirado el humo de un tabaco, en su vida.
Pero el problema es además de calidad de vida. No es solo morir, es cómo morimos. Las enfermedades generadas por el tabaco, como los canceres de pulmón, garganta, laringe, los enfisemas pulmonares y las demás enfermedades del sistema respiratorio nos vuelven ancianos más débiles. Es cierto que igual hay gente de 100 años que ha fumado toda la vida y está como un roble... siempre hay excepciones, pero si yo no fumo y nunca he fumado, o he dejado de fumar, es injusto que yo tenga que padecer una enfermedad que no me busqué.
Favor abstenerse
Yo he preguntado –A ver, tratemos de poner a un lado todas las implicaciones políticas, ¿qué hago yo si quiero beberme algo con mis amigos, fumadores o no, en un bar sin salir apestando a tabaco? ¿Qué opciones tengo hoy por hoy? La respuesta que me han dado es más menos, que si tanto me molesta debería ir a sitios de no fumadores.
El artículo de Marías compara de manera pueril un bar cualquiera en el que se fuma con un local topless, la conclusión a la que llega es francamente banal: si hay personas que están en desacuerdo con ese tipo de locales, pues simplemente abstenganse de ir. Pero es que los bares y los sitios de ocio no son fumaderos, la gente no va ahí con la sola intención de fumar. Si lo fueran, o si hubiera entre los bares los de tal categoría estoy segura de que los que no queremos respirar humo de segunda mano no los visitaríamos.
Comentarios